viernes, 17 de marzo de 2017

En México, 45 % de la población adulta tiene mala calidad del sueño


En nuestro país, 45 por ciento de la población adulta presenta mala calidad del sueño, lo que se refleja en la dificultad para levantarse, cansancio, somnolencia desde las primeras horas de la mañana y deterioro de la calidad de vida, afirmaron especialistas de la Clínica de Trastornos del Sueño de la Facultad de Medicina de la UNAM.
El responsable de esa entidad, Ulises Jiménez Correa, indicó que existen alrededor de 100 enfermedades del dormir y que los síntomas de insomnio son dos a uno más frecuentes entre el sector femenino.
A estos padecimientos se suman los trastornos respiratorios del sueño, cuyo síntoma más común es el ronquido; las hipersomnias o exceso de sueño durante el día, que impide a las personas ser funcionales y cuyo caso más frecuente es la narcolpesia; problemas del ritmo circadiano; y parasomnias, como sonambulismo o pesadillas.
Durante 2016, el motivo de consulta en la Clínica (que cuenta con sedes en el Hospital General de México y en Ciudad Universitaria) fue el insomnio y la mala calidad del sueño, en 45 por ciento de los casos; trastornos respiratorios en porcentaje igual; trastornos del movimiento durante el sueño, en cinco por ciento; y parasomnias, en tres por ciento, entre otros.
En ese periodo se brindaron seis mil 808 consultas en diferentes especialidades: otorrinolaringología, psiquiatría, psicología, geriatría, medicina interna y neurología, y se hicieron mil 388 estudios de diagnóstico con sus variantes, dijo en rueda de medios con motivo del Día Mundial del Sueño, que se celebra el tercer viernes de marzo y que este año lleva por lema “Dormir profundamente nutre tu vida”.


En su oportunidad, Viridiana Valdés Pineda, integrante de la Clínica, explicó que cuando tenemos pocas horas de sueño se incrementa el riesgo de padecer diabetes tipo 2, obesidad y alteraciones cardiovasculares.
De igual modo aumenta el riesgo de presentar hipertensión arterial, infartos cardiacos y embolias cerebrales, además de que se altera la memoria a corto plazo.
No basta con dormir, hay que hacerlo bien, porque no hacerlo deteriora nuestra vida. No es un lujo y debemos darle la importancia que tiene, sentenció Jiménez Correa.
Dormir en el transporte público o en el coche refleja que no hubo descanso durante la noche, y manejar o trabajar con sueño puede provocar accidentes. “Hacerlo en el transporte público es sólo un paliativo, pero no resuelve la necesidad de descanso”, acotó.
La Fundación Nacional del Sueño de Estados Unidos ha propuesto que un adulto joven sano debe dormir un promedio de 7.5 horas, aunque hay diferencias individuales, pues la cantidad y calidad dependen de factores internos de nuestro organismo. Un niño de preescolar puede dormir 11 o 12 horas, y un adulto mayor, cinco o seis horas por la noche.
También intervienen factores externos como los alimentos que consumimos, periodos de aprendizaje previos al descanso, episodios de estrés, si es de día o de noche, o factores psicosociales como problemas emocionales, ansiedad, depresión, desempleo u horarios laborales.
El trabajo nocturno, abundó, lleva a condiciones metabólicas como obesidad o diabetes, hipertensión y un deterioro importante de la calidad de vida. Dormir en el día, cuando el Sol estimula con iluminación y temperatura, o hay ruido, podría impedir un descanso adecuado. Para esos casos hay medidas de higiene de sueño, pero deben ser personalizadas, acordes con el puesto y la rotación de turnos, refirió el experto.
Para una mejor calidad del sueño, Viridiana Valdés recomendó dejar los dispositivos electrónicos fuera de la cama por lo menos una hora antes de dormir, y evitar bebidas con cafeína porque hacen el sueño superficial y fragmentado.
Al respecto, el encargado de la Clínica expuso otros factores como: tener un horario estable para acostarse y levantarse, hacer ejercicio en las primera horas de la mañana o por la tarde (después de las 9 dificulta el inicio del sueño), sacar relojes o despertadores de la recámara, cuidar los hábitos alimenticios y llevar horarios regulares para desayunar, comer y cenar (una cena grasosa o condimentada deteriora el sueño de cualquiera).
En los infantes es posible detectar que no duermen bien cuando están irritables, inquietos, con problemas de atención, somnolencia durante el día, bajo desempeño escolar o se altera el crecimiento, reflejado en talla y peso bajos. “Ningún niño debe roncar”, aclararon.
Finalmente, mencionaron que la privación de sueño total durante más de 48 horas provoca alucinaciones visuales o auditivas, y entre más tiempo pase puede haber alteraciones de la conciencia, llegar al coma e incluso a la muerte.

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