domingo, 16 de agosto de 2015

Niño universitario


El niño Carlos Santamaría Díaz, a los nueve años de edad, considerado con alta capacidad cognitiva, estudia química en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a la par que cursa su educación primaria.
Así el menor concluyó los módulos “Principios de equilibrio en disolución” y “Espectroscopía infrarroja, de RMN y espectroscopía de masas”, en uno de los diplomados que imparte la Facultad de Química (FQ). Sus padres descubrieron las inquietudes científicas del pequeño cuando apenas tenía tres años.
Se dijo que estudiará a la par cuarto grado de primaria en línea en un programa avalado por la Comunidad Económica Europea.
Al preguntarle a Carlos si sueña con algo especial, respondió antes de sonreír: “Es que a veces de pronto estoy soñando, pero es como si tuviera los ojos abiertos…”.
El señor Fabián Santamaría, indició que cuando Carlos cumpla 10 años buscará que el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA), que tiene un programa que se llama “10-14”, le haga exámenes para acreditar y adelantar años académicos, aunque confió en que estar en la UNAM les ayudará a encontrar más gente que los apoye.
En números al pequeño Carlos le bastaron poco más de tres mil días de vida le bastaron para llegar a la Facultad de Química como estudiante de un diplomado.
Carlos Santamaría Díaz se ubica en la primera fila frente al académico en turno. Concentrado durante cuatro horas, irrumpe el silencio entre sus compañeros, algunos químicos, investigadores o pasantes, aunque él todavía cursa la primaria. Su voz cándida natural, tiene dicción y se empodera al preguntar, pero todo lo membreta con una ineludible sonrisa final.
El menor que el pasado 29 de junio cumplió los 9 años de edad; a los dos años la computadora en casa fue una herramienta más, pero a los tres y medio su madre descubrió que leía en voz alta los meses del calendario, como si el tiempo no fuera un impedimento para instruirse.
En la primaria su ímpetu por aprender más le provocaba aburrición y roces con los profesores al sentirse cuestionados. Tras atestiguar que el niño también estudiaba en vacaciones, el padre confirmó que el “problema” de Carlos eran “sus inquietudes científicas”.
“Me gusta estar aquí (en la UNAM), en todo el medio; siento que puedo estudiar bien. Me gustaría cursar biología, química o medicina, porque hago muchas cosas aparte de la química. A veces veo la tele o estoy con mis juguetes; hago muchas cosas, pero no tengo redes sociales, eso la verdad no me interesa. Investigo cosas así, de química o bioquímica; por ejemplo, en este módulo me ponen tres espectros y me preguntan qué compuesto químico es, y no me dan ningún dato, pero todo lo que está difícil lo resuelvo de cualquier modo”, dijo el niño universitario.
Es el único alumno de las sesiones de diplomado organizadas por la Secretaria de Extensión Académica de la FQ que va acompañado de sus padres. Sus piernas penden de la silla, mientras concluye el examen final del segundo módulo: Espectroscopía infrarroja, de RMN y espectroscopía de masas, impartido por Elizabeth Reyes López, con una duración total de 28 horas.

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