sábado, 30 de enero de 2016

Descubren restos de la principal cancha de Juego de Pelota de Tenochtitlan



En el mismo predio de la calle Guatemala, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, donde en 2010 se localizó el Templo de Ehécatl-Quetzalcóatl, deidad mexica del viento, arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) detectaron restos del costado norte de la principal cancha de Juego de Pelota de la antigua Tenochtitlan.
El descubrimiento dado a conocer públicamente en la pasada Primera Mesa Redonda de Tenochtitlan, organizada por el INAH, fue registrado como parte de los trabajos de salvamento del Programa de Arqueología Urbana (PAU), bajo la coordinación del arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez.
Durante las excavaciones efectuadas en 2014, un equipo de especialistas junto con la arqueóloga Lorena Vázquez Vallín, jefa de campo, dejó al descubierto los vestigios de una plataforma orientada de este a oeste y cuya longitud aún se desconoce.
Dicha sección de la estructura prehispánica, que mide 9 m de ancho y se encuentra a 6.45 m al sur del Templo de Ehécatl, presenta tres etapas constructivas correspondientes a las fases V, VI y VII del Templo Mayor, y abarca el periodo comprendido entre 1481 y 1521. La fase VI, edificada hacia 1486-1502, es la mejor conservada.
En el costado norte de la plataforma que delimita al Juego de Pelota, se localizaron remetidas dos escalinatas superpuestas de cuatro peldaños, con sus respectivas banquetas que comunicaban con el Templo de Ehécatl. En el otro extremo (lado sur), se identificó la superposición de los restos de tres muros estucados en forma de talud de aproximadamente 1.95 m de altura.
El arqueólogo Raúl Barrera comentó que el INAH tiene el propósito de continuar  con las exploraciones en el lugar este año.
Ofrenda de cervicales
Bajo uno de los pisos de la escalinata norte del juego de pelota, los expertos encontraron una ofrenda única por sus características, respecto con otras localizadas en estructuras del Recinto Sagrado de Tenochtitlan. Ésta la conformaban varios grupos de cervicales humanas (entre dos y seis vértebras en cada conjunto) que aún guardaban su posición anatómica y presentan buen estado de conservación.
La maestra en Antropología Física, María García Velasco, y los arqueólogos Fernando Orduña Gómez y Lorena Vázquez Vallín, del PAU, expusieron que este depósito sui generis —del que también se recuperaron navajillas y puntas de maguey, entre otros materiales que aluden al sacrificio— se halló a una profundidad de 1.60 m, en un reducido espacio de aproximadamente 45 centímetros de diámetro.
Tras realizar un estudio antropofísico se determinó que correspondía a una treintena de individuos, cuyas edades oscilaban desde los infantiles (0-6 años) hasta los juveniles, que eran más numerosos.
Al parecer, los huesos del cuello se depositaron con los tejidos blandos, ya que conservaban su disposición anatómica. Debido a esto se tomaron muestras de sedimento para futuros análisis en busca de restos proteicos que pudieran indicar la presencia de sangre en el depósito, anotó María García.
“Parecía que cada segmento correspondía a un individuo, pero ya en el laboratorio nos dimos cuenta de ciertas excepciones. En algunos grupos se identificaron vértebras pertenecientes a dos individuos distintos, en la mayoría de los casos juveniles mezclados con adultos. Esto se determinó a través de las diferencias morfológicas presentes en las vértebras.
“Al hacer el registro y análisis de los grupos de cervicales que conforman la ofrenda, encontramos que pertenecían a 31 individuos entre infantiles, juveniles y adultos; en 18 de éstos había presencia del hueso axis (la segunda vértebra cervical), lo que es importante para profundizar en el conocimiento acerca de la técnica de desarticulación del cráneo”.
María García Velasco, Fernando Orduña Gómez y Lorena Vázquez Vallín explicaron que en el cotejo con fuentes históricas, caso particular de los códices, se observa una clara relación entre el Juego de Pelota, la decapitación y la fertilidad. El hueso, seco, molido, podría representar una semilla, al igual que la sangre, un elemento esencial dentro de un sistema de regeneración de vida.
“Es factible que algunos individuos hayan sido sacrificados como pago a los dioses, convirtiéndose en un alimento para la continuidad de la vida”, concluyó.

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