sábado, 3 de octubre de 2015

Crisis en salud pública de México


México es el país con más médicos de farmacia; en el año 2000 había unos dos mil y hoy son 30 mil, luego de que las carencias en el sistema de salud pública se tradujeron en un gran nicho para este mercado, ante la necesidad de la gente, acusó Luis Gerardo Durán Arenas, investigador de la Facultad de Medicina de la UNAM.
La proliferación de los consultorios de farmacia es un indicador de lo deficiente del modelo de atención primaria en el sistema de salud pública, en el que sólo hay 4,500 plazas para médico, subrayó.
El incremento de estos recintos también es señal de la burocratización de los servicios. En la década de los 60, al conformarse el sistema referido —sobre todo con el IMSS—, el médico familiar funcionó como lo hacía el de cabecera, pues realizaba visitas domiciliarias. Desafortunadamente, con el tiempo se alejó del paciente, quien se volvió una ficha (después de una larga espera, con suerte, recibe una sesión de 10 minutos).
Si bien surgen a fines del siglo XX, en 2010, con el decreto que establece la venta de antibióticos sólo con receta, hubo una explosión. Quizá seamos la nación con más médicos de botica. En el año 2000 había unos dos mil, hoy son 30 mil.
La proliferación de consultorios de farmacia en México es un indicador de las deficiencias del sistema de salud pública en atención primaria. Las carencias son tantas que estos sitios encontraron un inmenso nicho de mercado, advirtió Durán Arenas.
El que haya una oferta suficiente de especialistas para laborar en estos dispensarios habla de la incapacidad del sistema nacional para incorporarlos. Sólo hay  4,500 plazas en el país para los miles que salen anualmente de las escuelas de medicina.
Y es que la enorme demanda no satisfecha en atención primaria se refleja en el hecho de que de los mexicanos que deberían ser canalizados en esta estructura, 23 millones (según el INEGI) carecen de seguridad social.
En su proyecto Evaluación de los consultorios de farmacia en la atención primaria de infecciones respiratorias agudas, el académico trata de dilucidar, en una primera fase, desde la perspectiva del médico y del paciente, y a partir de grupos focales, cómo funciona y se vincula el primero con el expendio de medicamentos donde está instalado, así como qué tipo de problemas atiende (espera concluir esta etapa a fin de año).
En una segunda, realizará una encuesta a más personas para explorar, a mayor profundidad, los aspectos que hacen que esos dispensarios existan como una alternativa organizacional para la atención primaria. Para ello ha solicitado fondos al Conacyt.
Previamente, Durán Arenas hizo un sondeo básico que mostró que los padecimientos respiratorios e intestinales agudos (gripa, influenza, bronquitis y diarreas) son los malestares más atendidos en esos espacios. Esto fue un gancho para ver qué hay adentro, analizar la situación y establecer lo ahí ofrecido.
Con el conocimiento generado en esta evaluación se podrá mejorar este modelo o propiciar alternativas, como la propuesta que el universitario y colaboradores hicieron hace poco para una paraestatal. Inspirados en el modelo inglés, plantearon que el médico de cabecera sea la entrada al sistema de salud.
Para ello, proyectaron un esquema de atención primaria basado en incentivos. La idea es duplicar el salario de los especialistas, pero también el número de pacientes. Se les pagaría sólo si hacen bien su trabajo: turnar al paciente (diabético, hipertenso o de la tercera edad) de la clínica local a hospitales y laboratorios, y estar al tanto del tratamiento para saber cómo cuidarlo y cuándo darlo de alta.
Tener un galeno familiar cerca de casa o del trabajo (por eso las farmacias son exitosas) debería ser un derecho universal, concluyó.

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