Un grupo de científicos del
Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICML) de la UNAM, liderado por
Francisco Alonso Solís Marín, encontró restos de pepinos de mar en una ofrenda
de la diosa mexica Tlaltecuhtli, en el Templo Mayor, en la Ciudad de México.
Junto con el arqueólogo
mexicano Leonardo López Luján, director del Proyecto Arqueológico Templo Mayor,
los expertos ya habían encontrado en 2011 restos de equinodermos (invertebrados
marinos que tienen espinas en la piel), y ahora descubrieron las espículas que
formaban el esqueleto interno de un pepino de mar.
“Por el confinamiento no hemos
podido seguir buscando en los polvos de otras ofrendas para saber si hay más,
pero lo más probable es que sí. Al principio pensábamos que se trataba de un
hallazgo fortuito, pues tres de las especies de pepinos de mar encontradas son
muy pequeñas, y podrían haber estado dentro de bases de corales que fueron
arrancados, sin embargo, la cuarta especie hallada alcanza tallas mayores a los
20 centímetros de largo, de manera que indudablemente fue capturado para ser
parte de la ofrenda”, dijo.
A través de pinturas, se sabe
de la existencia de buzos mexicas que extraían productos del mar, y que
mediante corredores eran llevados desde las costas del Pacífico hasta
Tenochtitlán, resaltó el universitario.
Gran ofrenda
López Luján señaló que el
monolito de la diosa Tlaltecuhtli es el más grande en la historia de la cultura
mexica, y alberga gran cantidad de objetos y ejemplares de plantas, aves,
mamíferos y organismos acuáticos.
“Han sido más de 12 mil los
objetos recuperados de la ofrenda 126; en las otras no encontramos ni la mitad.
Hallamos más de 15 especies de equinodermos asociados a las ofrendas del Templo
Mayor, entre ellas seis estrellas de mar, tres especies de erizo, cuatro
especies de galleta de mar, un biscocho de mar, estrellas quebradizas y cuatro
pepinos de mar”, recordó Solís Marín.
Al igual que otros pueblos
mesoamericanos, los mexicas acostumbraban enterrar grandes ofrendas en sus
principales lugares de culto. La asociada al monolito de Tlaltecuhtli está
compuesta por cuatro mil restos orgánicos que representaban la cosmogonía; esta
actividad ritual se realizó durante el gobierno de Ahuízotl (1486-1502). Se cree
que los animales eran sacrificados al momento del rito, y mientras más dotada
era la ofrenda, la deidad era más respetada, detalló.
En 2011, el universitario y su
equipo de investigación se percataron de la existencia de estrellas de mar en
la ofrenda, tras analizar material pulverizado y reconstruir parte de sus
esqueletos; también hallaron espinas pequeñas de ofiuros, pero este año, de una
cucharada cafetera de polvo de las excavaciones descubrieron las espículas que
formaban el esqueleto interno de un pepino de mar.
Pepinos de mar
Francisco Alonso Solís,
también curador de la colección Nacional de Equinodermos del ICML, comentó que
los pepinos de mar (holoturias) existen en el planeta desde hace 400 millones
de años; en la actualidad se conocen cerca de mil 700 especies, que habitan en
casi todos los ambientes marinos, sobre todo en aguas saladas poco profundas de
los arrecifes coralinos. En México viven en todas las costas del país.
“Son importantes porque son
los arquitectos del fondo marino. A través de su cuerpo pasan toneladas de
arena en un año, son los responsables de que esté floja y no la sintamos como
si fuera cemento; ellos remueven el sustrato y eso es importante
ecológicamente, porque meten oxígeno en la arena para que otros animales sobrevivan”.
Científicos han validado que
estos animales son fuente potencial de compuestos de alto valor agregado con
propiedades terapéuticas, como péptidos bioactivos, vitaminas, minerales,
ácidos grasos y colágenos, entre otros. En años recientes se descubrieron en
ellos efectos benéficos para la salud, como la curación de heridas,
neuroprotectores, antitumorales, anticoagulantes, antimicrobianos y
antioxidantes.
El uso de los pepinos de mar
como alimento y medicina tradicional comenzó en China hace casi mil años y
continúa la sobreexplotación hasta la fecha, así como en otras regiones del
mundo. En algunos países ahora es ilegal su consumo, lo que lo hace un producto
costoso.
En Asia, África y México se
desarrollan investigaciones sobre su reproducción sexual para hacer granjas y
así evitar la extracción de poblaciones nativas.
Información DGCS-UNAM
Fotos cortesía de Francisco
Alonso Solís Marín
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