domingo, 27 de diciembre de 2015

Analizan veneno de caracol marino para curar enfermedades cancerígenas



Los venenos usados por los caracoles marinos para defenderse de sus depredadores y atrapar a sus presas podrían ser utilizados como principios activos de medicamentos contra enfermedades cancerígenas, afirmó Estuardo López Vera, titular del Laboratorio de Toxicología Marina del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) de la UNAM.
“En este momento caracterizamos bioquímicamente el veneno de estas especies marinas, que pudiera afectar o paralizar el crecimiento de células anómalas. Hemos identificado cinco toxinas de un promedio de 100 de una sola especie, Conus fergusoni”.
Las evidencias indican que la metástasis que se produce en las células dañadas está dada por una proteína encargada de transportar iones de potasio. Cuando esta compuerta o proteína se expresa ocurre ese proceso. “Ahora sabemos que dentro de las toxinas que puede producir un caracol hay algunas que bloquean canales de potasio”, explicó.
El maestro en neurobiología y doctor en ciencias biomédicas colecta en aguas mexicanas de los océanos Pacífico y Atlántico a estos animales resguardados en conchas con forma de conos y los lleva a su laboratorio, donde extrae la sustancia y la analiza con diversas técnicas de microscopía y cromatografía de líquidos, para conocer a fondo sus componentes y estructura química.
“Nos enfocamos al estudio de veneno de caracoles marinos y analizamos si uno de éstos obstaculiza la proteína, pues una vez sitiada la metástasis no puede llevarse a cabo. Buscamos cuál puede ayudarnos a bloquear a la célula cancerosa para que no migre o se entienda”, reiteró.
El biólogo comentó que para la investigación “ocupamos óvulos de rana; es decir, una célula grande a la que le inyectamos estas proteínas. Una vez que las incorpora en su membrana, probamos las toxinas para observar si bloquean los canales y receptores”.
Se trata de una técnica electrofisiológica con la que se pretende saber si dentro del veneno las corrientes se modifican. Inyectamos fuera del óvulo las toxinas y observamos si la corriente disminuye, entonces sabemos que aquélla interactúa sobre los receptores, mismos que bloquean los iones; al hacer este proceso interactúan con la proteína.
El universitario y su equipo están en la búsqueda de toxinas que interactúen y bloqueen el canal de potasio; en general son proteínas muy pequeñas, con un promedio de 20 aminoácidos (estos últimos son los que forman las proteínas, que pueden llegar a tener 500 o 600 aminoácidos).
En términos generales, agregó, “nos falta saber cuáles son estos 20 aminoácidos para poder hacer la síntesis. Ya tenemos cinco candidatos y debemos conocer qué tan grandes son estas proteínas”.
En el mundo hay unas 500 especies de caracoles marinos de la familia conoidea y en México coexisten 60. Cada una produce entre 100 y 200 toxinas diferentes. Si calculamos 200 toxinas diferentes por cada Conus, tenemos 100 mil péptidos distintos en las 500 especies que son farmacológicamente activas, resaltó.
Los caracoles del género Conus tienen un aparato donde sintetizan el veneno. Han desarrollado un diente en forma de arpón que sirve como jeringa hipodérmica para inyectarlo.
Se trata de estudios recientes, pero con el enfoque y la esperanza de bloquear el canal de potasio que, esperamos, en un futuro ayude a crear un fármaco contra el cáncer, concluyó.

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