domingo, 6 de marzo de 2016

El tornaviaje del galeón de Manila abrió la ruta a la globalización




En 1564, Miguel López de Legazpi y Fray Andrés de Urdaneta comandaron a un grupo de navegantes para partir de Barra de Navidad, en la provincia de Xalisco, rumbo a Filipinas, adonde llegaron un año más tarde. El viaje de regreso o “tornaviaje” se complicó por las corrientes marítimas, los vientos y otras dificultades que obligaron al agustino a navegar hacia una latitud más al norte. Ahí las corrientes de Japón llamadas Kuro Shivo los condujeron a California, desde donde emprendieron la ruta para arribar al puerto de Acapulco el 8 de octubre de 1565.
El tornaviaje o viaje de retorno y su importancia en las relaciones entre la Nueva España con ese territorio del sureste asiático se abordan en el libro El itinerario cultural del galeón de Manila. Arte y cultura México-Filipinas. 450 aniversario del tornaviaje del Galeón de Manila al puerto de Acapulco, México, 1565-2015. Una mirada desde Cuernavaca, compilación hecha por Juan Antonio Siller Camacho.
Editado por el Museo Regional Cuauhnáhuac (Palacio de Cortés) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el volumen fue presentado en la Dirección de Estudios Históricos. Contiene 19 ensayos de 15 autores de diversas disciplinas, y aborda el patrimonio cultural empleando una nueva categoría: itinerarios culturales, que facilita la comprensión del territorio con sus intercambios y relaciones.
“Esta categoría permite apreciar la globalización y su relación con la cultura universal. El tornaviaje, celebrado en  2015, evoca 450 años del descubrimiento de una ruta tan importante que permitió la globalización en el siglo XVI”, explicó Juan Antonio Siller.
El texto inicia con un mensaje del embajador de Filipinas en México, Catalino Reinante Dilem Jr., para proseguir con la participación del director del Museo Regional Cuauhnáhuac, Juan Contreras de Oteyza, quien resalta la importancia de esa ruta y el valioso acervo que conserva el recinto que encabeza.
El fotógrafo Adalberto Ríos Szalay muestra en imágenes el intercambio cultural y la presencia filipina y asiática en algunos de los objetos y tradiciones cotidianas. Roberto Junco, de la Subdirección de Arqueología Subacuática del INAH, comparte los trabajos de prospección y excavación arqueológica en las costas de la península de Baja California, realizados a lo largo de más de diez años.
La importancia histórica de las primeras exploraciones marítimas y de las costas del Mar del Sur, como era conocido el océano Pacífico, a cargo de Hernán Cortés y sus subalternos, es abordada por Juan Antonio Siller.
“Cortés sabía de la trascendencia de la navegación a Filipinas: construyó más de 25 naves hechas en las costas, que envió para encontrar el ‘tornaviaje’ o el viaje de retorno a Filipinas. Por ello tomé como punto de partida el libro Hernán Cortés y la Mar del Sur, de Miguel León Portilla”, comentó el arquitecto restaurador del Centro INAH Morelos.
Marcelo Adano Bernasconi, director del Museo Naval de Acapulco, narra el establecimiento de los primeros astilleros para la construcción naval en México y Filipinas. La importancia de las primeras construcciones militares en el puerto de Acapulco es documentada por Manuel Ignacio Ruz Vargas, investigador y catedrático de la Universidad Autónoma de Guerrero.
“El galeón fue el navío más grande que se había construido, se fabricó en Cavite, Filipinas, donde había mano de obra esclavizada; salía más barato hacerlo ahí que en los astilleros de la Nueva España, donde sólo se reparaban las embarcaciones. Con relación a la abundancia de maderas de esa región asiática, el libro aporta datos poco conocidos, como el del astillero que se construyó en la entonces llamada Isla de las Especias”.
El proceso de cristianización en la Nueva España y Filipinas generó una identidad compartida, la cual expone Cristina Barrón Soto, catedrática de la Universidad Iberoamericana y coordinadora del Centro de Estudios y Cooperación México-Filipinas. Valentín López González escribe sobre la importancia de San Felipe de Jesús, primer santo mexicano, en la cristianización de esa nación oriental.
Los préstamos gastronómicos en ambas culturas y su fusión a través de las nuevas especias que arribaron o salieron de uno y otro continente, son revisados por el chef Marco Julio Celorio.
La vida de Cándido Díaz, de madre filipina y padre español, quien llegó a Jojutla en el siglo XIX e instaló una escuela para enseñar a leer y escribir, se consigna en el texto de Guillermo Mañón, cronista de esa localidad.
“La labor de Cándido Díaz es extraordinaria por el vínculo que generó entre las dos culturas. En Jojutla se introdujo el primer arroz procedente de la costa, cultivado posiblemente por filipinos”, comentó Siller Camacho.
Cuernavaca fue el sitio de tránsito al puerto de Acapulco y el centro de decisiones relacionadas con las exploraciones; en su convento de la Asunción se hospedó Miguel López de Legazpi. El Jardín Borda fue un centro de aclimatación de las especies  botánicas traídas por el galeón y los muros de la catedral atestiguan el martirio de San Felipe de Jesús, cuando regresaba de Manila a costas novohispanas.
El arte también tiene cabida en este libro con la revisión de la pintura y la simultaneidad entre México y Filipinas en la obra pictórica del filipino Manuel D. Baldemor.

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