Entre el empedrado de las
aceras y el bosque de niebla de Xalapa, Veracruz, Karina Mijares González
experimentó en sí misma, desde los seis años de edad, la capacidad terapéutica
de la danza.
“No iban muy bien las cosas
y me di cuenta que cada vez que asistía a clases de ballet mi ánimo cambiaba
totalmente, se me olvidaban los inconvenientes, la misma danza me motivaba”,
relató la egresada de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM y del Ballet
Folklórico de México de Amalia Hernández.
Desde el Colegio de Ciencias
y Humanidades (CCH) plantel Sur tuvo contacto con el psicoballet y un par de
años después con la fundadora de la técnica, la cubana Georgina Fariñas,
situación que la estimuló más tarde a replicar el modelo en nuestro país,
sincretizar danza y psicología, emprender una investigación y realizar al mismo
tiempo su trabajo recepcional para obtener el grado de licenciatura.
El objetivo: descubrir el
efecto de la danza en el desarrollo emocional de 13 niñas de nueve a 12 años de
edad, integrantes de la casa hogar “Graciela Zubirán Villarreal”, del Sistema
para el Desarrollo Integral de la Familia DIF.
“Mi estudio arrojó que el 92
por ciento de las pequeñas tuvieron cambios favorables. Gracias al apoyo de la
UNAM pude conseguir materiales como vestuarios, ropa de ensayo, impresión de
diplomas para las participantes, equipo de sonido, material didáctico y más”,
señaló.
Resultados
Los resultados indicaron que
la activación física artística las motivó. Se logró que tuvieran la iniciativa
de asistir a clase, además de que comenzaron un proceso de toma de decisiones
en otros ámbitos de su vida.
Confiaron en ellas y la
autoestima que normalmente es muy baja cuando están en una casa hogar (porque
dicen ‘nadie me quiere, me abandonaron’) creció; “las interpretaciones
negativas se empezaron a diluir, no con una terapia psicológica, que a veces es
un poco invasiva, sino con la danza, que es más lúdica y divertida”.
La danza, continuó, Mijares
González, hace que pensemos en nuestro cuerpo, al mismo tiempo que activamos
nuestra parte cognitiva, la atención y la memoria.
“Se han sentido mejor juntas
que peleándose, porque inicialmente reñían, se insultaban o se provocaban el
llanto con un grado marcado de hostilidad. Conectar el cuerpo con la mente es
algo que en el siglo XXI se empieza a olvidar por el sedentarismo, por el uso
de redes sociales y videojuegos”, añadió.
Psicoballet
El psicoballet es un factor
de cambio en el ser humano. Ante un mundo cada vez más violento, la
universitaria se enfocó a descubrir cómo la danza puede romper esquemas
desfavorables y desarrollar empatía y habilidades socioemocionales. “En Cuba ya
se ha hecho esto con más de 40 mil personas y ha funcionado”, resaltó.
Tras mencionar que
fue vital el apoyo de Fayne Esquivel y Concepción Morán, académicas de la FP,
informó que entre el 10 y 15 de abril de 2017 expondrá los resultados de su
investigación en el Encuentro Internacional de Psicoballet de La Habana, además
de incorporar la técnica a una compañía profesional de danza que realiza giras
internacionales.
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