Hallan, en Tultepec, Edomex,
trampa para mamut de hace 15 mil años
Tultepec da la bienvenida a
sus visitantes como “La tierra de la pirotecnia”, sin embargo, excavaciones
sistemáticas emprendidas en años recientes por el Instituto Nacional de
Antropología e Historia (INAH), revelan que este municipio mexiquense fue ante
todo y continúa siendo, “tierra de mamuts”.
El reciente descubrimiento de
un contexto inédito de cacería y destazamiento de mamuts, con una antigüedad
aproximada de 15 mil años, “representa un parteaguas, una piedra de toque sobre
lo que hasta ahora imaginábamos fue la interacción de bandas de
cazadores-recolectores con estos enormes herbívoros”, expresó Pedro Francisco
Sánchez Nava, coordinador nacional de Arqueología del INAH, al dar a conocer
esta “noticia de impacto mundial”, dada su trascendencia en lo que respecta a
los estudios de la Prehistoria, particularmente de América.
En conferencia de
prensa y en representación del antropólogo Diego Prieto Hernández, director
general del Instituto, Sánchez Nava refirió que este hallazgo cambia esa escena
“azarosa” y “eventual” que los libros de texto manejaban sobre la caza del
mamut: la de un animal al que se atacaba únicamente cuando caía en un pantano.
Por el contario, las excavaciones en San Antonio Xahuento, demuestran el aprovechamiento
del medio y la organización social alcanzados por los primeros pobladores de la
Cuenca de México para emprender esta actividad de cacería.
Como antecedente de este
hallazgo, el coordinador nacional de Arqueología recordó la exploración hace
tres años, en ese mismo poblado (San Antonio Xahuento), de la osamenta casi
completa de uno de estos proboscídeos, con la cual se inauguró hace un año el
Museo del Mamut, espacio donde se realizó el encuentro con los medios de
comunicación.
El presidente municipal de
Tultepec, el ingeniero Armando Portuguez Fuentes, relató que esa experiencia
permitió avisar con oportunidad, a inicios de este 2019, de la aparición de
restos óseos de mamuts en una excavación que se realizaba para el confinamiento
de desechos. Al lugar acudieron la cronista del ayuntamiento, Juana Antonieta
Zúñiga, y el arqueólogo Luis Córdoba Barradas, de la Dirección de Salvamento
Arqueológico (DSA) del INAH, quien estuvo a cargo del rescate del citado
esqueleto de mamut.
En tres de los perfiles
expuestos por esa gran excavación (de 40 por 100 metros y 8 de profundidad),
Córdoba observó distintos huesos de mamut, pero lo que llamó poderosamente su
atención fueron unos cortes verticales en la disposición de los estratos o capas.
Se trataba de dos fosas con paredes de casi 90 grados, de 1.70 metros de
profundidad y 25 metros de diámetro, que fueron utilizadas como trampas
destinadas a estos proboscídeos.
El arqueólogo precisó que del
sitio denominado “Tultepec II”, donde se ha trabajado durante casi diez meses
con el apoyo del ayuntamiento, se han recuperado 824 huesos, sin relación
anatómica en su mayoría, correspondientes a 14 mamuts. Los restos de ocho proceden
de las dos primeras unidades de excavación localizadas en la esquina suroeste
del terreno; mientras que los vestigios de otros seis fueron rescatados al
norte del mismo, en la tercera unidad de excavación.
Dentro de esas fosas, por
debajo de los 3.50 metros, se han recuperado ocho cráneos, cinco mandíbulas, un
centenar de vértebras, 179 costillas, 11 escápulas, cinco húmeros, además de
ulnas (cúbitos de un hueso largo), pelvis, fémures, tibias y otros huesos
“pequeños”.
Aunque los restos de 14 mamuts
quedan por debajo de los registrados en sitios del norte y este de Europa
—donde inclusive se han encontrado vestigios de 100 o 166 mamuts—, “Tultepec
II” ya puede ingresar a la lista de los llamados Megasitios de Mamut, indicó.
Cauto, pero
consciente de la trascendencia del hallazgo (solo existe el antecedente en
Japón de trampas cónicas con 40 mil años de antigüedad, para mamíferos de
mediano tamaño), Córdoba señala que posiblemente no sean las únicas trampas de
mamut en el área. Gente de San Antonio Xahuento ha referido tres sitios
próximos con más restos, por lo que se estaría ante una “línea de trampas”,
estrategia que permitiría a los cazadores reducir el margen de error en la
captura del ejemplar.
Un escenario de cambio
climático
Para comprender a profundidad
este descubrimiento, el arqueólogo, quien además es cronista del aledaño
municipio de Tultitlán, abundó en los cambios del máximo glacial, al final del
Pleistoceno, una época de gran inestabilidad climática en que los polos se
congelaron ocasionando la bajada del nivel del mar en todo el planeta y
ambientes más secos en varias regiones, caso de la Cuenca de México.
En ese sentido, las trampas
prehistóricas de Tultepec, fueron excavadas en la arcilla del fondo del Lago de
Xaltocan, hace aproximadamente 15 mil años, cuando sus niveles descendieron y
dejaron expuestas grandes llanuras. Este fenómeno mundial coincidió con uno
local: la gran erupción del Popocatépetl hace 14 mil 700 años, que motivó una
gran movilización de animales y seres humanos hacia el norte de la Cuenca de
México, donde la caída de ceniza volcánica fue menor.
La deposición de finas capas
de ceniza, entre y por encima de varios de los huesos de mamut recuperados, así
como la presencia de bentonita (arcilla del lecho lacustre) sobre otros,
permite fechar tentativamente este contexto y especular su uso continuo a lo
largo de 500 años. No obstante, el registro de más restos por encima de las
fosas, es evidencia de que una vez recuperado el nivel del lago y rellenadas
las fosas con la descomposición de tules, carrizos y demás vegetación acuática,
esta zona continuó siendo un “cementerio de mamuts”.
Con toda esta
información obtenida de primera mano, el arqueólogo Córdoba brinda una escena
más compleja y completa de cómo debió ser la cacería del mamut en la Cuenca de
México, donde grupos de entre 20 y 30 cazadores, azuzaban a la manada con
antorchas y ramas, hasta separar a algún ejemplar y dirigirlo a estas trampas.
Una vez allí, era rematado desde fuera y luego venía un largo proceso de
aprovechamiento del animal.
Beneficio y rito
La cantidad y el volumen de
los huesos recuperados han sobrepasado los cuartos de la Casa de Cultura
“Víctor Urbán Velasco” —complejo que alberga el Museo del Mamut—, usados como
bodegas. En pisos, mesas y estantes se aprecian fémures, pelvis, escápulas y
defensas (incisivos superiores muy desarrollados) con vendas de yeso, e incluso
con armazones de madera que fueron elaborados in situ, para su extracción y
traslado.
Sobre una mesa, el
investigador del INAH ha colocado los escasos restos recuperados en “Tultepec
II” que no corresponden a mamuts: dos vértebras y una mandíbula de camello, así
como un molar de caballo. El que este sitio fuera utilizado exclusivamente para
la caza y el destazamiento de estos proboscídeos, machos y hembras, de tallas y
edades distintas, lo convierten en fuente inagotable de conocimiento, toda vez
que —como señaló— los estudios de Prehistoria en México habían estado limitados
al establecimiento de tipologías líticas como prueba de la presencia humana en
estos contextos.
El espacio, donde
todavía se trabaja en una franja de 130 m², revela a los grupos prehistóricos
de la Cuenca de México, como verdaderos actores de su circunstancia, lo
suficientemente organizados para conseguir estas grandes presas y sacar el mayor
provecho de ellas, pero también capaces de rendir cierto “honor” a estos
gigantes que permitían su subsistencia, como lo demuestra el acomodo y ausencia
intencional de algunos huesos.
Como ejemplo de este
conocimiento práctico, Luis Córdoba precisó que las costillas de estos
animales, como se aprecia en las marcas de cinco, eran usadas para recargarse y
cortar la carne; también se encontró el extremo de una ulna que sirvió de
herramienta de pulimento, posiblemente para retirar la grasa de la piel.
Asimismo, los órganos se consumían, incluida la lengua que podía pesar hasta 12
kilos, razón por la que sus cráneos suelen encontrarse invertidos.
Pero el rito también estaba
presente. El especialista de la DSA destaca que un mamut del que se han
recuperado dos terceras partes, fue objeto de un arreglo especial: sus
escápulas fueron sobrepuestas y colocadas del lado izquierdo del cráneo, y por
debajo de éste —paralela a las defensas— se introdujo una vértebra dorsal de 60
cm. Rodeando esta composición se encontraba la defensa de otro mamut, con una
curvatura de tres metros.
Este ejemplar tiene una marca
de ataque y se advierte que su defensa izquierda, más corta que la derecha, se
regeneró tras una fractura; indicios de que los cazadores-recolectores lo
vigilaron e intentaron cazarlo por años, “por eso debieron considerarlo
valiente, feroz, y le mostraron su respeto de esta manera, con este acomodo
particular”, expresa Luis Córdoba.
Otro aspecto
interesante, es que, de seis escápulas registradas, todas son derechas, lo que
podría apuntar indirectamente a la existencia de un ritual donde, izquierdo y
derecho, poseían connotaciones distintas para los antiguos pobladores del área
lacustre.
Finalmente, Salvador Pulido,
director de Salvamento Arqueológico del INAH, opinó que las excavaciones en
“Tultepec II” representan “la punta del iceberg” para comprender lo acaecido en
la Cuenca de México durante el Pleistoceno: “aquí tuvimos la oportunidad de
contar con perfiles de decenas de metros, por eso advertimos que estábamos
literalmente dentro de trampas prehistóricas. Podríamos plantear que en otros
salvamentos arqueológicos hemos estado en un contexto similar, pero los límites
de las excavaciones solo nos dejaban ver estratos horizontales”.
Por eso, dijo, valdría la pena
realizar prospecciones con georradar para descartar o validar la hipótesis de
que se encuentren más fosas en la zona, incluso llevar a cabo sondeos
arqueológicos en las faldas del Cerro de Tultepec, donde debieron estar los
campamentos de los cazadores-recolectores. En tanto, los materiales recuperados
permitirán ampliar la exposición del Museo del Mamut y tratar temas poco
abordados, como las enfermedades que aquejaban a estos colosos que deambularon
miles de años atrás, en la ahora caótica conurbación de la Ciudad de México.
(Información INAH / Fotografía
INAH Melitón Tapia - Edith Camacho)