Aquí se trabaja las 24 horas,
los 365 días del año. Desde el 5 de septiembre de 1910, los integrantes del
Servicio Sismológico Nacional (SSN), a cargo del Instituto de Geofísica (IGf)
de la UNAM, están atentos a cada movimiento de tierra que se registra.
Con la mirada puesta en pantallas
con mapas, sismogramas y datos provenientes de cerca de 200 estaciones que van
de Baja California a Quintana Roo, o con inagotable trabajo de campo y de
cómputo, día con día cumplen la misión esencial de establecer y mantener una
red de monitoreo de la sismicidad en México, que opera con los más altos
estándares.
El beneficio que brinda a la
población es inconmensurable. Una de sus tareas fundamentales es emitir la
información que genera, de manera oportuna y eficiente, a las autoridades y a
la sociedad, señala Xyoli Pérez Campos, jefa del Sismológico Nacional.
Si no existiera, no habría
monitoreo continuo de los fenómenos sísmicos, ni sabríamos la localización y
magnitud de los temblores. No se proporcionaría a las instancias
correspondientes los parámetros para emitir alertas tempranas o iniciar
protocolos de protección civil (que incluyen el sistema de alerta de tsunamis),
ni se archivarían ni compartirían datos para investigaciones como las de
ingeniería, que han permitido el desarrollo y evolución de los reglamentos de
construcción, detalla.
Sismos históricos
El SSN tiene en su
“inventario” 85 temblores de magnitud 7 o mayor, reportados incluso desde antes
de su inauguración, a comienzos del siglo XX. El más antiguo corresponde al 20
de enero de 1900 (Autlán de Navarro, Jalisco, M 7.4). Y desde su inauguración
hasta la fecha se han registrado 72 fenómenos naturales.
Algunos de los ventanales del
Centro de Monitoreo dan cuenta de los que ocurrieron hasta 2015, cuando
iniciaron operaciones sus nuevas instalaciones. Fechas, magnitudes y lugares
que van desde Mexicali, Baja California (20 de noviembre de 1915, M 7), hasta
Tapachula, Chiapas (14 de diciembre de 1935, M 7.3), conforman una “galería” en
la que pronto se incluirán los de 2017, 2018 y 2020, para recordar que México
es un país de sismos.
Pérez Campos aclara que la
cantidad de movimientos telúricos varía cada año, pero el aumento registrado
últimamente se debe a dos factores: el incremento en el número de estaciones,
que permiten detectar cada vez más eventos pequeños, y el sismo de magnitud 8.2
del 7 de septiembre de 2017, que generó miles de réplicas que también forman
parte del “catálogo”. En 2018 se reportaron 30 mil 350, y en 2019, 26 mil 418.
Gerardo Suárez Reynoso,
investigador del Departamento de Sismología y exdirector del IGf, explica que
la sismicidad en México ocurre porque los temblores se producen principalmente
en las llamadas fronteras de placas tectónicas, y “nuestro territorio se
asienta sobre cinco de ellas, que tienen un movimiento relativo esporádico”.
Cuando se acumula energía
entre ellas se produce un deslizamiento que puede ser de varios metros, en el
caso de un sismo grande. “Es como cuando empujamos un mueble muy pesado, nos
recargamos hasta que tenemos suficiente energía para moverlo súbitamente”.
Víctor Hugo Espíndola,
responsable del área de Análisis e Interpretación de Datos Sísmicos del SSN –y
quien se integró al Servicio en 1980 para trabajar como lecturista, siendo
estudiante del primer año de licenciatura–, indica que la mayoría de los
temblores en el país se producen en la frontera de las placas de Cocos y
Norteamérica, en el Océano Pacífico, aunque en ocasiones también se presentan
en una región epicentral que nadie espera, porque los periodos de recurrencia
son de cientos de años, como sucedió el 19 de septiembre de 2017, en Morelos.
En los archivos del SSN hay
otros eventos significativos, como el terremoto de San Francisco, California,
en 1906. En las estaciones mecánicas, analógicas y de registro en papel también
se dio cuenta del mayor sismo en la historia (Valdivia, Chile, de magnitud 9.5,
ocurrido en 1960,) y sus réplicas, además del icónico evento del 19 de
septiembre de 1985 en nuestro país, cuyo sismograma en tinta roja cuelga
enmarcado en una pared del Centro de Monitoreo.
Ya en la época reciente
destacan los de 2017, en particular el del 7 de septiembre (Golfo de
Tehuantepec, al suroeste de Pijijiapan, Chiapas), de magnitud 8.2, que se
convirtió en el mejor registrado digitalmente.
Metodología detallada
EL SSN fue el primero en
Latinoamérica en trabajar con sismógrafos mecánicos “Wiechert”, de fabricación
alemana, y ahora innova con instrumentos digitales de vanguardia.
Pérez Campos explica que la
instancia a su cargo opera 63 estaciones de banda ancha en todo el territorio,
cuentan con un sismómetro que mide la velocidad con que se mueve el suelo, un
acelerómetro que registra la aceleración y un receptor GPS/GNSS que mide el
desplazamiento.
Esos datos son transmitidos
vía satelital, por Internet y radio, hasta el Centro de Monitoreo, en Ciudad
Universitaria, donde son recibidos por sistemas de cómputo que los analizan y
procesan de forma automática, y los almacenan.
También reciben información de
estaciones pertenecientes a otras instituciones como el Centro de Investigación
Científica y Estudios Superiores de Ensenada, la Universidad de Colima, el
Centro Nacional de Prevención de Desastres del gobierno mexicano, la Red
Sismológica del Estado de Texas, y el Instituto de Sismología, Vulcanología e
Hidrología de Guatemala.
Espíndola refiere que cuando
los instrumentos en CU identifican que ha ocurrido un temblor de magnitud
considerable, tardan entre tres y siete minutos en hacer un cálculo de su
localización y magnitud.
Luego, en la página del SSN y
sus redes sociales se da a conocer información esencial: epicentro (longitud y
latitud), profundidad y magnitud estimada, así como la localidad de más de 10
mil habitantes más cercana. “En promedio se reportan de 50 a 60 sismos diarios,
la mayoría de pequeños a moderados”, precisa el experto.
Para complementar esta labor,
se cuenta con otros dos pilares: el de Instrumentación y mantenimiento de
estaciones sismológicas, y el de Sistemas y telecomunicaciones.
Primeros pasos
Aunque se inauguró en 1910,
los antecedentes del Sismológico Nacional datan de unos años atrás. A finales
del periodo decimonónico (siglo XIX) se habían comenzado a fabricar los
primeros instrumentos y a comienzos del siglo XX empezaron a instalarse
diversos aparatos que permitieron medir cuantitativamente la ocurrencia de los
fenómenos telúricos.
Era claro que de forma aislada
“se podía hacer muy poco, pues se necesitaban los registros de otros
observatorios sismológicos, como el de Berkeley, California; Upsala, Suecia;
Gotinga, Alemania; o La Paz, Bolivia, algunos de los primeros. “Sólo de esa
manera se puede entender la propagación de las ondas sísmicas al interior de la
Tierra”, indica Gerardo Suárez.
México asistió a la primera
conferencia internacional de sismología en la ciudad de Estrasburgo, que hoy
está en Francia, pero en aquella época era territorio alemán. La idea era
conjuntar la Asociación Sismológica Internacional, y que cada miembro tomara
dos responsabilidades: instalar más instrumentos en su territorio y compartir
su información.
Nuestro país asumió el
compromiso, rememora el excoordinador de la Investigación Científica de la
UNAM, e instaló una red que fue pionera en su momento. Se decidió usar los
mejores instrumentos y se colocaron aparatos en todo el país. Entre 1910 y 1923
se construyeron nueve estaciones sismológicas mecánicas autónomas. La central
se ubicó en Tacubaya, en la capital del país, y las foráneas en ciudades como
Oaxaca y Chihuahua.
En su nacimiento, el Servicio,
dependiente del Instituto Geológico Nacional de la Secretaría de Minería y
Fomento, enfrentó grandes retos; uno de ellos, la Revolución Mexicana y los
cambios de gobierno. “Debemos estar muy orgullosos de lo que hizo ese grupo de
fundadores, un logro de vanguardia, una red homogénea con aparatos en lugares
donde pensaron que se podía hacer una mejor localización y valoración del
fenómeno sísmico”.
El SSN pasó a ser parte de la
Universidad Nacional en 1929, cuando esta casa de estudios adquirió su
autonomía, y desde 1948 quedó adscrito al IGf. “Esto es sui generis. En la
mayor parte de los países los institutos geográficos o los servicios
geológicos, como el Geological Survey de Estados Unidos, se encargan de ese
servicio”, resalta el científico.
“¿Debe nuestra Universidad
hacer esta labor? He llegado a la conclusión de que es afortunado que el
Servicio -que el 5 de septiembre cumple 110 años- forme parte de la UNAM,
porque se ha mantenido científica y tecnológicamente vigente, y cercano a uno
de los grupos más importantes de sismólogos mexicanos que lo ayudan y
enriquecen”.
Al respecto, Xyoli Pérez
recuerda que luego del impacto del terremoto de 1985 comenzó la modernización
del SSN, en la década de 1990, cuando se cambiaron los instrumentos mecánicos y
electromagnéticos por equipos digitales. Llegaron los sensores de banda ancha y
comenzó la transmisión de datos en tiempo real. Hoy, “en las estaciones se
cuenta con instrumentos de última tecnología”.
Otra modernización ocurrió en
el Centro de Monitoreo, hace un lustro. En el nuevo edificio se actualizaron
todos los servidores, equipo de cómputo y forma de visualización: en pantallas,
donde los analistas tienen un mejor panorama de lo que sucede. El Servicio es
uno de los dos más avanzados de toda la región latinoamericana y está a la par
de otros en el mundo en la búsqueda de nuevas tecnologías, mejora de procesos y
capacidad de respuesta.
Tenemos un Servicio a la
altura, pero no sólo en instrumentos y telecomunicaciones, sino en lo que se
hace con la información, opina Gerardo Suárez.
Predicción y alerta sísmica
Xyoli Pérez reitera que los
sismos no se pueden predecir. Aún no existe la metodología, técnica o
instrumento que nos posibilite saber que va a temblar. Los ciclos sísmicos (el
tiempo que ocurre entre un movimiento telúrico y otro en un sitio determinado)
pueden tardar entre cientos y miles de años, de tal manera que 110 años es muy
poco tiempo para, siquiera, tener estadísticas. Se trata de un fenómeno sumamente
complejo.
Para Suárez Reynoso la
predicción no es la panacea. “Lo más importante para prevenir daños durante un
temblor es tener un buen reglamento de construcción, adecuado al sitio, a los
suelos”. Por eso es tan relevante la labor del SSN.
El Servicio no opera ningún
sistema de alerta por sismos, aunque sí tiene colaboración con el Centro de
Instrumentación y Registro Sísmico que está a cargo del Sistema de Alerta
Sísmica Mexicano, aclara la doctora en geofísica por la Universidad de Stanford
con posdoctorado en el Instituto Tecnológico de California.
Para prevenir desastres, son
importantes los simulacros. “Nos ayudan a darnos cuenta de lo que debemos hacer
cuando se presente un evento; nos llevan a tomar mejores decisiones y más
rápidas. Es recomendable hacerlos tanto como se pueda”.
A corto y mediano plazos, el
SSN tiene planes como instalar más estaciones en zonas donde falta cobertura,
sobre todo en el centro-norte y la península de Yucatán. De igual modo, se
trabaja en un centro alterno de monitoreo para que en caso de que fallen
sistemas críticos que hoy son únicos, no se produzca un momento de “oscuridad”
o “silencio”.
(Información e imágenes
DGCS-UNAM)