Entre gigantes coloniales,
testigos del metabolismo educativo y cultural del México que aún florece, en el
perímetro de 11 edificios del otrora Barrio Universitario de la primera mitad
del siglo XX, arrancó el XIX Festival Universitario de Día de Muertos
Megaofrenda 2016, en homenaje al colorista, pintor y universitario por oficio
cultural: Rufino del Carmen Arellanes Tamayo.
Entre la diversidad sonora,
arquitectónica y geológica del Centro Histórico, la UNAM, a través de la
Dirección General de Atención a la Comunidad (DGACO), evoca las ánimas en ese
pionero primer barrio estudiantil de la Ciudad de México, entre escribanos,
acomodadores de palabras; entre herencias prehispánicas y tendencias de vanguardia.
Esta ocasión, la Megaofrenda
aguarda la luz del semáforo, pues permea no sólo en la Plaza de Santo Domingo,
sino en la contigua Plaza 23 de Mayo, donde se levantaron 85 altares
tetraédricos, (prismas de cuatro lados) de dos por dos metros, intervenidos por
alrededor de mil 500 universitarios, trabajadores e integrantes de la
comunidad. Todo ello se complementa con 66 actividades artísticas y culturales,
dos foros, así como por 250 catrinas y catrines itinerantes.
Esto, con motivo de los 25
años de la muerte del pintor oaxaqueño, que desde los 11 años dijo saber su
vocación: ser músico; “pero se le abrieron los ojos a tiempo”.
Amigo de José Vasconcelos,
autodescrito como el “eterno inconforme”, que dio gráfica identitaria a la
cultura de esta casa de estudios con la creación de la escultura “La Espiga”,
situada en el Centro Cultural Universitario, develada en la mañana de 1981, con
aquella frase que se volvió sentencia: “La Universidad germen de humanismo y
sabiduría”.
Megaofrenda, espacio vivo
No es el epílogo de la vida,
ni de la ofrenda. En su trajinar, el Festival Universitario de Día Muertos
evoca lo plástico, el tacto, en modalidades de pequeñas “pirámides” que hacen
un guiño a lo prehispánico, comentó David Vázquez Licona, subdirector de Formación
Artística y Cultural de la DGACO, quien ha vivido la ofrenda desde el encendido
de su primer veladora, en 1997.
Destacan, en el frente de la
Iglesia de Santo Domingo, dos grandes murales de aproximadamente 20 por 20
metros, realizados por alumnos de la Facultad de Artes y Diseño (FAD); a la
izquierda, la reinterpretación de una pareja “huesuda” envuelta, y en la senda
de una serpiente prehispánica; a la diestra, un jaguar que escruta mariposas
monarcas unidas por luz.
Al calce de ambas plazas, un
amplio “tapete” artístico de aserrín, fragmentado en cinco partes, con la
rúbrica del autor homenajeado y dos de sus grandes motivos de la dualidad: la
vida y la muerte, la Luna y el Sol.
En el perímetro de las
arterias del corazón vial, están las calles de Cuba, Brasil, Belisario
Domínguez, y entre éstas resaltan los prismas de la FES Zaragoza, por su
colorido con “La Espiga” tatuada; el de la Reserva Ecológica del Pedregal de
San Ángel, con todo y piedras volcánicas; y el de la Facultad de Psicología,
que sobresale por su plástica e intervención del cerebro de Tamayo.
La ofrenda atípica la brinda
Radio UNAM, con una joya de su fonoteca. La emisora universitaria presenta la
grabación de una entrevista realizada al oaxaqueño en 1972, en el programa
“Testimonios”, de Josefina Millán.
“Es justo lo que buscábamos,
que hubiera reinterpretaciones a la obra de Rufino Tamayo, no reproducciones”,
comentó Vázquez Licona.
Todo esto, envuelto en la
fragancia del aroma visual de la fruta roja por dentro, y verde por fuera: en
evocación constante de “Las rodajas de sandía”, obra de Tamayo, subastada hace
unos años en más de un millón de euros, y que tiene presencia en, casi, los 85
prismas de esta ofrenda.
En la edición del 12 de
diciembre de 1955 de Gaceta UNAM se leen las siguientes palabras de Tamayo: “Mi
obra no es literaria, ni narrativa”, y epilogó: “hay que tener los pies firmes,
hundidos si es preciso en el terruño…”.
La Megaofrenda estará
hasta las 21 horas del 2 de noviembre.
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