La pirámide de Kukulkán, en
Chichén Itzá, está construida sobre un cenote, cuerpo de agua de gran
importancia dentro de la cosmogonía mesoamericana, porque no sólo se considera
que son el origen de la vida, sino que es el fin de nuestros días, el inframundo,
en una dualidad mística.
El descubrimiento fue de
investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que
utilizaron tecnología no convencional para ello. El cuerpo de agua no está en
el centro de la pirámide, sino a un costado.
Ayer, en conferencia de
prensa informaron que se trata de un cuerpo de agua que de norte a sur mide
alrededor de 20 o 25 metros y en su parte más alargada 30
Se indicó que luego de hacer
una tomografía eléctrica tridimensional, científicos del Instituto de Geofísica
(IGf) y de la Facultad de Ingeniería (FI) de la UNAM, así como del Instituto
Nacional de Antropología e Historia (INAH), descubrieron que la pirámide de
Kukulkán, en Chichén Itzá, está construida sobre un cenote.
Así lo establece el trabajo
de René Chávez Segura, Gerardo Cifuentes Nava y Esteban Hernández Quintero, del
IGf; Andrés Tejero Andrade, de la FI, y Denisse Argote, del INAH.
Chávez Segura señaló: “El
cenote no está abierto, es decir, la pirámide no flota sobre agua”.
Mediante un análisis 2D se
pudo ver que hay una capa de roca caliza de alrededor de cuatro metros; la
profundidad es incierta, “vemos hasta 20 metros, pero puede ser menor, y no
creemos que esté lleno de agua, sino que tiene un cierto nivel, a una tercera
parte de la estructura”.
El hallazgo fue posible con
una tecnología no convencional desarrollada por los universitarios, que permite
dar un nuevo uso a una herramienta comercial de exploración somera. Con esta
técnica no invasiva –que de ningún modo daña el patrimonio histórico– se
“iluminó” el subsuelo de El Castillo.
Se realizó un estudio de
tomografía eléctrica, que consiste en poner detectores alrededor de la pirámide
y enviar corriente eléctrica al subsuelo mediante electrodos, que también
permiten medir la diferencia de potencial o resistividad del subsuelo.
Explicó que luego de
verificar el funcionamiento del método en la pirámide de El Osario, en la misma
zona arqueológica, se aplicó en El Castillo o pirámide de Kukulkán, con 96
electrodos que ayudaron a obtener ocho mil 650 puntos de observación.
Al respecto, Denisse Argote
indicó que los cenotes y las cavidades tienen gran importancia dentro de la
cosmogonía mesoamericana, no sólo porque se considera el origen de la vida, la
matriz de la cual provenimos, a través de la cual Quetzalcóatl convertido en
hormiga extrajo la semilla del maíz y la dio al hombre, sino que es el fin de
nuestros días, el inframundo. Tiene una dualidad de conceptos. En el
pensamiento místico-religioso de los antiguos mexicanos, era trascendental.
En este caso hay que tener
en cuenta que en la región maya hay una gran cantidad de cavernas asociadas,
además, al agua, por lo que hay un doble significado, muy relevante, abundó la
experta.
Asimismo, Chávez Segura
expuso que el paso del agua debilita la roca que forma la estructura de la
“tapa” de los cenotes; en un momento dado se colapsa y queda abierto un agujero
circular característico. Eso ocurrirá en el caso de Kukulkán, pero no lo verán
las próximas generaciones.
Por fortuna, aclaró Andrés
Tejero, el cenote no está en el centro de la pirámide, sino a un costado, y eso
ayuda porque el peso que soporta el techo es menor.
Los resultados, dijo el
director del IGf, Arturo Iglesias, animan a tener un monitoreo más cercano de
la deformación paulatina que se registra; se puede hacer con métodos indirectos
y es un asunto cercano a la geofísica.
Este hallazgo, como
todo descubrimiento científico, plantea nuevas preguntas. Para dar respuestas,
los universitarios ya tienen planeada y confirmada, ante el Consejo de
Arqueología del INAH, una segunda fase de trabajo de campo, en octubre próximo,
en la que se “reconstruirá” el interior de la pirámide, se verificarán sus
etapas constructivas y se precisará qué ocurre con su estructura.
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