Como cada año, el viernes
anterior a la Semana Mayor, en varios de los museos del Instituto Nacional de
Antropología e Historia (INAH) se instala el Altar de Dolores, conocido también
como “Incendio”, por la cantidad de veladoras con que en el pasado era
iluminado.
Entre los altares que el
público puede apreciar están los instalados en los museos de El Carmen, el
Nacional de las Intervenciones y el Regional de Michoacán.
“Se trata de una tradición del México
virreinal traída por los evangelizadores. Es colocado en conventos e iglesias,
pero también en las grandes casonas de San Ángel”, refirió Alfredo Marín
Gutiérrez, director del Museo de El Carmen.
En esta ocasión, el Altar de
Dolores del Museo de El Carmen recordará a doña Carmelita Mendoza, quien por
muchos años apoyó el montaje y falleció en enero a la edad de 97 años. “Ella
germinaba los borreguitos de chía, colocaba las macetas con trigo, pintaba las
aguas con anilinas y gestionaba con la parroquia de El Carmen el préstamo de la
Virgen Dolorosa; interesada siempre por el altar, le preocupaba que la tradición
se pudiera perder”.
Marín Gutiérrez explicó que
la instalación del altar busca recrear el sufrimiento de la Virgen María
durante el calvario vivido por la crucifixión de su hijo. “No es una tradición
local, se realiza en todo el país, igual que el altar de muertos. Los estados
donde está más arraigada son San Luis Potosí, Jalisco y Querétaro”.
El Altar de Dolores lleva, ya sea en pintura o
escultura, la figura de la Dolorosa al centro. En jícaras o cestos son
colocadas toronjas incrustadas con banderitas de papel picado, dorado o
plateado, que aluden a la amargura. Vitroleros y jarrones con agua teñida de
colores que representan las lágrimas de la Virgen María; semillas germinadas
(amaranto, chía, cebada, alpiste) que simbolizan la vida, la inmortalidad y la
esperanza de la resurrección.
También se depositan esferas de cristal de
colores y cirios, lámparas de aceite o velas de cera escamada. Asimismo, se
incluyen los atributos de la Pasión: un látigo, que simboliza los azotes que
recibió Cristo, 30 monedas que refieren
a la traición que se le hizo a Jesús, una vara de carrizo, dados, una corona de
espinas, el un gallo que representa las tres negaciones de Pedro; clavos y
martillo, una lanza, siete dagas, un vaso de agua sin sabor, y otras de jamaica, horchata y limón, y veladoras. El
suelo es cubierto con tapetes de semillas, pétalos o aserrín pintado.
Doña Carmelita contaba,
recuerda Marín Gutiérrez, que en las grandes casonas, donde se colocaba el
altar, las puertas se abrían para que la gente entrara a tomar agua de jamaica,
horchata o limón en honor a la Virgen. “Los museos y centros culturales tenemos
la obligación de instalarlo para que no se pierda la tradición, pero también de
informar a la gente el porqué se hace”, comentó.
“Como casi todo lo que
ponemos es perecedero, cada dos semanas lo estaremos renovando”, dijo el
director del Museo de El Carmen, tras detallar que este año, el altar se
colocará en la Sala Capitular, donde el público lo podrá ver a partir del 26 de
marzo y hasta el 12 de abril. La entrada es libre.(Información y fotografáas INAH)
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