Expresar emociones y
acompañamiento familiar, indispensables para niños afectados por sismos,
aseguró Carmen Gabriela Ruiz Serrano, académica de la Escuela Nacional de
Trabajo Social (ENTS) de la UNAM.
Deben tener contextos de
seguridad, en donde haya gente disponible y dispuesta a escucharlos, sugirió.
Lo anterior, ante las
repercusiones psicológicas de los sismos, es preciso que los adultos acompañen
a los niños, respondan sus preguntas, promuevan la expresión de sus emociones y
los provean de contextos de seguridad en donde haya gente disponible y
dispuesta a escucharlos, dijo.
En la medida en que la
familia y la comunidad en general se encuentren más receptivas y tranquilas, el
pequeño podrá procesar la situación de manera más fácil, indicó.
Además, es importante que el
adulto tenga acciones de autocuidado y sea capaz de tranquilizarse, porque esto
impactará en los infantes y ellos, a su vez, tendrán más herramientas y
habilidades para afrontar los efectos del suceso catastrófico.
De acuerdo con la organización
Save the children, hay ciertas actitudes y acciones que pueden favorecer la
expresión de los niños para procesar este tipo de eventos: abrir la
conversación con ellos, es decir, no ocultar, no pensar que no entienden,
mantener la calma, hablarles de manera sencilla y sin rodeos, con un lenguaje
claro, y propiciar que expongan su propia experiencia, refirió.
Es trascendental responder a
sus cuestionamientos y explicarles que se trata de un fenómeno natural, en
donde no interviene la voluntad del hombre y por lo tanto no se puede
controlar.
De igual manera, se les debe
dejar en claro la importancia de regresar a la normalidad. “No se trata de
ignorar lo que pasó, sino de hacerle entender que, por ejemplo, la escuela es
segura. No podemos permanecer hipervigilantes, el miedo es necesario porque nos
mantiene alertas, pero no debemos estar así todo el tiempo, porque se inhibe
nuestra capacidad de acción”.
Ruiz Serrano resaltó que
también es adecuado aclararles que un sismo no es castigo divino, ni que ocurrió
porque se portaron mal. “Al decirles que es parte de la vida podrán afrontarlo
mejor”.
Si el pequeño tiene
trastornos del sueño, le cuesta trabajo concentrarse o le pide a sus padres o
cuidadores dormir con ellos, hay que aceptar la petición porque se siente
inseguro, aconsejó.
“Más adelante llegará la
estabilidad, pero por el momento hay que entender las emociones que los invaden
y hacerlos sentir que siempre estaremos con ellos”.
La universitaria expuso que
hay acciones que se deben definir, como establecer rutas de salida y puntos de
reunión. Si como familia deciden llevar ayuda a un centro de acopio o a un
sitio específico, se debe permitir a los niños involucrarse, porque de esa
manera se sentirán útiles y aliviarán la desesperanza y el dolor que pudieran
sentir.
De esta experiencia los
menores de edad pueden aprender aspectos como el sentido de la pérdida –si es
el caso–, estar atentos, ser solidarios y empáticos, concluyó.
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