domingo, 20 de noviembre de 2016

Alejandro Tomasini, doctor honoris causa por la Universidad Nacional de Rosario


En reconocimiento al trabajo desarrollado por más de 30 años en el área de la filosofía en México y Latinoamérica, así como por la formación de recursos humanos en ese ámbito, la Universidad Nacional de Rosario, Argentina, otorgó a Alejandro Tomasini Bassols, del Instituto de Investigaciones Filosóficas (IIF) de la UNAM, el doctorado honoris causa.



Esta distinción es resultado de años de cooperación con instituciones de educación superior en ese país sudamericano. “No es algo improvisado, no sólo es un reconocimiento al mérito académico, sino al trabajo con alumnos y colegas universitarios”, comentó el académico.
Actualmente, dijo, la filosofía incide y es útil en la vida de nuestra nación, “porque es una reflexión abstracta a la que no todos tienen acceso, porque las personas están preocupadas por consideraciones de orden práctico. La reflexión filosófica siempre exige un poco de estabilidad y de calma, y eso no es algo que la generalidad de los ciudadanos pueda disfrutar”.
Los intelectuales pueden influir en la opinión pública, pero en México están prácticamente ausentes, no hay guías espirituales genuinos, subrayó Tomasini Bassols.
Tras enfatizar que ha cooperado por más de una década en conferencias y cursos con universidades argentinas, en especial con la de Rosario, comentó que trabajó a la par una línea de investigación contenida en su vigésimo libro: “Filosofía, conceptos psicológicos y psiquiatría”.
Es un estudio sobre los conceptos psicológicos fundamentales y su utilización por parte de psiquiatras. La obra trata de poner al descubierto las incomprensiones y problemas que generan ciertas dificultades filosóficas para el trabajo científico.
Los psicólogos y psiquiatras usan conceptos como “sensación, deseo, recuerdo, conciencia, yo”, que emanan del lenguaje natural, pero les dan una interpretación particular que no es la correcta, porque los suponen como alusión a estados internos, o como si fueran estados cerebrales o biológicos, destacó.
“Cuando examinamos el modus operandi de estos conceptos, nos percatamos que no pueden ser así. Los científicos no se dan cuenta de que una cosa es usar el simbolismo y otra es interpretarlo al modo como se les ocurre, y esto genera incomprensiones”, concluyó.

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