Desde la antigüedad y antes
de convertirse en una ciencia, la química era considerada un arte, un oficio y
un negocio, algo que sigue vigente, afirmó Roald Hoffmann, Premio Nobel de 1981
en esta disciplina, en Universum, Museo de las Ciencias, de la UNAM.
Al impartir la conferencia
Chemistry’s essential tensions: three views of the science in culture, el
especialista explicó que los humanos fueron puestos en la Tierra para
transformarla “y debemos preocuparnos si es para bien o mal. Cambiamos a la
naturaleza, es parte de nuestra esencia, y las personas hicieron esto desde
hace mucho”.
Por ejemplo, los antiguos
egipcios —y después los helenos— pintaron sus paredes y cuadros con colores
llamativos (azules y verdes) obtenidos al mezclar sustancias, y si los
patrocinadores de un artista tenían mucho dinero, lo hacían de turquesa. Desde
ese entonces había químicos encargados de elaborar esos tintes. Es indudable
que este conocimiento ha llamado la atención a través de los siglos, en
especial por sus vistosas reacciones.
Al respecto, el ponente
detalló que al combinar bromuro con aluminio se da un espectáculo de flamas,
luz, sonido, formación de humo, además de un olor desagradable y un remanente
blanco diferente a los insumos originales. Esta serie de cambios y explosiones
maravilla y atrae a la gente, aseveró.
No obstante, esta ciencia no
se trata sólo de explosiones ni es una manera eficaz de generar dinero, porque
se desperdicia tanto la energía como los materiales (que son costosos).
Para Hoffmann, la química
está presente en todo momento, como se aprecia en cualquier ser vivo, ya sea
lentamente como sucede con el envejecimiento, o muy rápido, como con las
enzimas.
Desarrollo a través de los
siglos
A lo largo de los últimos
200 años, la humanidad ha ahondado en la transformación de sustancias tanto a
nivel macro como microscópico. Así, hoy tenemos una gran información útil en el
oficio y negocio de las moléculas y sus transformaciones, es decir, el arte de
la química.
Este conocimiento no
se logró a través de microscopios (antes no había este tipo de herramientas),
sino de forma indirecta a través de nuestros sentidos y mediante un
racionamiento frío. Fue maravilloso poder adquirirlo sin ver, sólo a través de
un ejercicio intelectual, concluyó.
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