Considerada uno de los
pilares de la UNAM, la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) es punto de
referencia en la cultura nacional. En su trayecto histórico y académico, desde
la fundación de la Real y Pontificia Universidad de México, en el siglo XVI, hasta
nuestros días, ha dado aliento a la creación de las 11 carreras de humanidades
que hoy se cursan en esta casa de estudios.
Se trata de Filosofía,
Geografía, Historia, Letras Clásicas, Letras Hispánicas, Letras Modernas,
Literatura Dramática y Teatro, Pedagogía, Bibliotecología y Estudios de la
Información, Desarrollo y Gestión Interculturales, y Estudios Latinoamericanos.
Un hito en la vida
estudiantil de esa entidad lo marcó la década de los 60 del siglo XX, época que
rememora Carmen Galindo, entonces estudiante de Letras Españolas (hoy
Hispánicas), y desde hace más de 40 años profesora de esta misma carrera
(imparte la materia de Literatura Iberoamericana).
“La FFyL es un pilar de la
Universidad Nacional porque en ella se desarrollaron las carreras de
humanidades. En los años 60 todavía estaba aquí la de Psicología. Por eso, en
el 68 teníamos dos representantes en el Consejo Nacional de Huelga: Roberto
Escudero y Luis González de Alba, el primero de filosofía y letras, y el
segundo de psicología”, refirió.
Cuando entró a estudiar en
la FFyL, a Carmen le tocó una generación de luminarias, como Carlos Monsiváis,
que antes había deambulado por distintas áreas: primero leyes, luego economía y
después otra más de la que le prohibió hablar –“se lo prometí y juré que nunca
iba a revelar cuál era”–. Finalmente, ambos coincidieron en Letras Españolas.
Por cierto, Monsiváis le
regaló el que probablemente sea el primer texto que publicó, antes de que se
conocieran, en la revista Medio siglo. Se llama Ustedes que nunca han sido
asesinados, y en él abordó la novela policiaca, porque desde entonces ya era un
defensor de lo que se consideraba subliteratura: ciencia ficción y cómics.
“A la muerte de Monsiváis,
Miguel Capistrán publicó una nota en la que afirmó que su primer texto fue
sobre Luciano de Samosata, el autor de la primera obra de ciencia ficción:
Historia verdadera.Hasta hoyno he podido verificar cuál fue en realidad el
primero”.
Los
compañeros
En Letras Españolas también
se inscribió Salvador Elizondo, el futuro autor de Farabeuf o la crónica de un
instante, y El hipogeo secreto, entre otras obras. Venía de estudiar en Europa.
“Había hecho estudios
formales en Elsinore, una escuela militar de California que se llamaba igual
que el castillo donde sucedióla tragedia de Hamlet, de Shakespeare. Antes lo
hizo en Alemania y Francia. Ya estaba casado y era más grande que nosotros”.
Otros futuros escritores,
artistas y personajes públicos que compartían clases con Carmen en la FFyL eran
Gustavo Sainz –que ya empezaba a escribir–; Cristina Pacheco; Nacho Méndez –el
músico–;SelamBeraud; Hugo Hiriart –que estudiaba filosofía, pero siempre hacía
grupo con ellos–; José Luis Ibáñez y Armando Bartra –hoy dirigente de la
campaña nacional “Sin maíz no hay país”.
“Gustavo adoptaba una
actitud de maestro con mi hermana Magdalena y conmigo: nos hacía listas de
libros para leer. Estaba enamorado de mi hermana, nos recomendaba a los
cuentistas latinoamericanos. ‘Lean a Borges, a Benedetti…’, nos decía. Según
él, estábamos muy atrasadas en lecturas.
“Muchos años después,
Cristina me dijo: ‘¿Te acuerdas de una vez que fuimos al café de la Biblioteca
Central, el que estaba en el sótano? Gustavo y Carlos nos empezaron a preguntar
si habíamos leído a Cortázar. Fueron avanzando y terminaron por preguntarnos si
habíamos leído ElQuijote. Yo les dije que sí. ElQuijote, sí’. Cristina me
confesó que ese día pensó en suicidarse porque nos hicieron sentir que éramos
unas ignorantes”.
Carmen asegura que tenía un
trato muy especial con los compañeros. “Nosotras, las mujeres, estábamos
acostumbradas a que los hombres nos invitaran el café. Habíamos sido educadas
así. Cristina decía: ‘hoy yo pago los cafés’. Me enseñó eso. Ella fumaba y hacía
ese tipo de cosas”.
Elizondo
Carlos Monsiváis, Salvador
Elizondo y Gustavo Sainz sólo estuvieron un año en la FFyL. Tiempo después,
Ricardo Guerra, convertido en director de esa facultad, invitó a Elizondo a dar
clases, así como a Juan Rulfo, Esther Seligson, Isabel Fraire y otros más.
Un día, la maestra María del
Carmen Milán (“una mujer encantadora, pero muy exigente”) pidió a sus alumnos
que leyeran a Rulfo; éstos lo hicieron, pero no querían que les cuestionaran
qué opinaban del escritor jalisciense.
“‘¿Alguien quiere decir
algo?’, nos preguntó en clase. ‘Yo’, dijo Salvador, y empezó a hacer una
comparación entre la tragedia griega y los cuentos de Rulfo. Fue grande la
impresión que nos causó escuchar esa comparación. Entonces, la maestra Milán
habló: ‘Bueno…’, ‘no me interrumpa, maestra’, dijo Salvador, y se tomó toda la
clase para exponer sus ideas. Por cierto, muchos años después a Salvador le oí
en la Sala Manuel M. Ponce de Bellas Artes la mejor conferencia sobre Rulfo que
he oído jamás”.
Hugo Hiriart invitaba a sus
amigos a los conciertos de Bellas Artes. Se subían a la camioneta de la mamá de
Carmen y en la parte de atrás Carlos Monsiváis y Nacho Méndez entonaban
canciones en inglés, como Aba Daba Honeymoon.
“Me acuerdo de que, ya en
Bellas Artes, nos sentábamos en el segundo piso, dizque porque ahí no rebotaba
el sonido y había mejor acústica. También se nos sumaban Julio Estrada y
Manolo, su hermano, muy guapo, y Hugo Hiriart, que entonces no sabía si ser
músico, pintor, escritor o filósofo”.
Los
profesores
Sergio Fernández había hecho
su doctorado con la tesis “Ideas sociales y políticas en el Infierno de Dante y
en los Sueños de Quevedo”. En opinión de Carmen, él era uno de los maestros más
brillantes de la FFyL (en 2007 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes
en Lingüística y Literatura).
A ella y a sus compañeros
les daba el curso de Siglos de Oro, porque en esa época la carrera de Letras
Españolas se organizaba alrededor de lo que se consideraba la literatura más
brillante en español: el barroco, es decir, los siglos XVI y XVII en España.
“Con él leímos La Celestina, Garcilaso, Quevedo…”.
Otro de los maestros de
Carmen fue Julio Torri, fino prosista y un hombre muy enamorado de las mujeres
(fue autor de los libros Ensayos y poemas, De fusilamientos y La literatura
española).
“Tengo un libro de él, de
los tres títulos que publicó, con una dedicatoria que dice: ‘Para mi discípula
predilecta.’ Siempre he pensado que me confundió con Beatriz Espejo, que
también era alumna muy querida”.
Carmen, asimismo, tomó
clases con el poeta Luis Rius y con
la poeta y novelista Rosario
Castellanos.
“Con Rosario tomé un
semestre dedicado a Proust y otro a Balzac. Nunca me di cuenta de la situación
terrible que vivía hasta que leí Cartas a Ricardo. Y es que siempre hacía
chistes, bromeaba, a tal grado que unas compañeras españolas nos vinieron a ver
para protestar en la Coordinación. ‘¿Por qué?’, les preguntamos. ‘Porque la
maestra Castellanos no toma en serio la clase, siempre se está riendo’,
respondieron. Cristina y yo les dijimos que no firmaríamos ninguna protesta”.
Revueltas
Otra persona que compartió
el 68 con Carmen y sus compañeros fue la actriz Selma Beraud, en cuya casa se
hacían reuniones en las que participaban José Revueltas, Nacho Osorio –entonces
dirigente trotskista– y Arturo Azuela.
“Por lo que se refiere a
José Revueltas, yo estaba presente el día en que llegó al auditorio Che Guevara
de la FFyL. Se acercó a Roberto Escudero, que pertenecía al Comité de Lucha, y
pidió la palabra. ‘Ahora le vamos a dar la palabra al compañero Revueltas’,
anunció Escudero. Revueltas tomó el micrófono y dijo: ‘Vengo a manifestar la
solidaridad del bloque de artistas e intelectuales con el movimiento
estudiantil’.
“Y Roberto preguntó: ‘Bueno,
compañero Revueltas, ¿quiénes forman el bloque?’ ‘Por el momento, yo’, contestó
Revueltas. Ahí aprendí mi primera lección de política. A los 15 días, los
intelectuales, organizados por él, ya apoyaban el movimiento estudiantil”.
Antes del 68, cuando Carmen
era adjunta de Sergio Fernández en el Seminario de Tesis, José Amezcua (futuro
especialista en literatura medieval y de los Siglos de Oro) fue a la FFyL para
hacer su tesis sobre Revueltas y les dijo a quienes integraban el seminario que
lo leyeran.
“‘¿Cuál libro nos
recomiendas?’, le preguntamos. ‘Los muros de agua’, respondió. Luego convencimos
a Pepe de que no hiciera su tesis sobre un escritor que contaba cosas
terribles, sino sobre Calderón de la Barca. Cuatro años después, Sergio dio una
clase en el posgrado en la que comparó a Revueltas con Dostoievski. Ahora,
Revueltas es mi escritor, me parece formidable. Los errores es mi novela
predilecta, al lado de El desfile del amor, de Sergio Pitol, que me encanta”.
(Información
DGCS-UNAM/Fotografía-Conaculta)
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