Uno de los referentes de
identidad más fuerte de los pueblos de Sonora y del noroeste de México son las
misiones: empresa evangelizadora para los confines incógnitos del norte,
precursora de un valioso patrimonio material e inmaterial que han conservado
celosamente hasta nuestros días los yaquis, mayos y pimas, además de los pueblos
mestizos, con los preceptos aprendidos de los evangelizadores hace casi 400
años y refuncionalizados por ellos.
Así lo explica la
historiadora Raquel Padilla Ramos, coordinadora académica del Foro de Misiones
del Noroeste de México, que ayer inició su décima edición en la ciudad de
Hermosillo, Sonora, organizado por el gobierno del estado a través del
Instituto Sonorense de Cultura, el Fondo Regional para la Cultura y las Artes
del Noroeste, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la
Sociedad Sonorense de Historia.
El objetivo del Foro
Regional ―celebrado cada dos años― es apoyar la investigación, protección y
divulgación de este patrimonio existente en Sonora y en todo el noroeste de
México: Baja California Sur, Baja California, Chihuahua, Durango y Sinaloa,
donde se encuentra la mayor parte de misiones.
La misión fue una de las
instituciones socioeconómicas más importantes en la conquista del norte de
México. Su estudio e investigación es primordial para entender los diversos
procesos del desarrollo cultural, social y económico de esa región distante,
árida y problemática para establecer asentamientos permanentes, donde el avance
del ejército español se estancó.
Fueron los jesuitas,
franciscanos y dominicos quienes entre los siglos XVII y XIX conformaron la
ruta de establecimientos que relativamente facilitó la tarea de evangelizar a
los indígenas y enseñarles o imponerles otros modos de vida. Esas rutas
misionales constituyen uno de los más importantes legados culturales de la época
colonial.
Templos, cementerios,
objetos litúrgicos, pinturas, esculturas y algunos retablos no son todo el
acervo; también están las fiestas patronales, los oficios y talleres, la
música, las danzas, la comida representada con platillos como el menudo, la
gallina pinta (un caldo con carne, frijoles y granos de maíz nixtamal) y las
tortillas de harina, dice la coordinadora académica del encuentro e
investigadora del INAH, Raquel Padilla Ramos.
Desde 2002, el Foro de
Misiones del Noroeste de México convoca a especialistas en dicha herencia
cultural: arquitectos, historiadores, antropólogos y arqueólogos, quienes se
reúnen para reflexionar e intercambiar puntos de vista sobre el avance de sus
investigaciones y presentar ponencias dirigidas a todo público con la finalidad
de dar difusión a este patrimonio.
En el X Foro se darán a
conocer trabajos recientes. Se hablará también de los proyectos de conservación
y restauración que se llevan a cabo en la arquitectura misional, tanto en
edificaciones que continúan abiertas al servicio religioso como en las que han
sido habilitadas como espacios culturales, así como en bienes muebles de
distintos templos. El registro y protección de esos acervos serán otros temas
para reflexionar, así como los trabajos de carácter antropológico.
Esta edición se dedica a la
memoria de Julio Montané Martí, investigador del INAH-Sonora fallecido en
diciembre de 2013 que legó grandes aportaciones al conocimiento del noroeste de
México y una amplia bibliografía, referencia obligada para los estudioso de la
protohistoria de esta área del país.
En este marco se presentarán
dos libros: Las misiones jesuíticas de Sinaloa. Pasado y presente de los
monumentos históricos, del arqueólogo Joel Santos Ramírez, y El sistema jesuítico misional en el noroeste
novohispano. La provincia Tepehuana, Topia y San Andrés (1596-1767), de José de
la Cruz Pacheco.
Raquel Padilla comenta que
tan sólo en Sonora existe un universo aproximado de 120 misiones. Algunas
edificaciones sobrevivieron en buen estado de conservación, de otras quedan
algunos vestigios arquitectónicos y de otras más sólo el registro histórico,
debido a que se encontraban en lugares apartados y quedaron abandonadas hace
siglos por misioneros e indígenas.
La estudiosa menciona
distintas regiones del estado donde se constituyeron estas empresas
evangelizadoras. Por su arquitectura destacan las de la Pimería Alta, fundadas
por el padre Eusebio Francisco Kino, actualmente abiertas al culto bajo
resguardo de la Iglesia católica. También están las de la sierra, río Sonora y
río Mayo.
Caso especial son los
pueblos del área yaqui: misiones vivas a pesar de carecer de templos que daten
de la época misional, pues todos fueron arrasados por las crecientes del río
Yaqui o por las guerras: Cócorit (chile), Bácum (laguna), Tórim (rata de campo)
único pueblo donde se conserva un recinto religioso, Vícam (punta de flecha),
Pótam (topo), Rahum (objetos sobre el agua), Huírivis (pájaro huitlacoche) y
Belem, orden en que fueron fundadas como pueblos de misión, casi todas en el
actual municipio de Guaymas.
“De esas misiones emergen
algunos elementos de identidad más fuertes de los pueblos yaquis debido a la
religiosidad”, dice Padilla y explica que en esos lugares continúan realizándose
celebraciones como la Cuaresma y Semana Santa, tal como fueron aprendidas de
los jesuitas; por eso, durante las festividades se escuchan cantos en latín
interpretados en semitonos.
La investigadora
destaca que en Sonora y en Sinaloa la mayoría de los pueblos mayos y yaquis
fueron fundados como misión; al principio de la colonización eran rancherías
dispersas, y con la llegada de los religiosos sufrieron una reordenación
territorial para ser evangelizados.(Información y fotografías (INAH)
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