México es el país con más
médicos de farmacia; en el año 2000 había unos dos mil y hoy son 30 mil, luego
de que las carencias en el sistema de salud pública se tradujeron en un gran
nicho para este mercado, ante la necesidad de la gente, acusó Luis Gerardo
Durán Arenas, investigador de la Facultad de Medicina de la UNAM.
La proliferación de los
consultorios de farmacia es un indicador de lo deficiente del modelo de
atención primaria en el sistema de salud pública, en el que sólo hay 4,500
plazas para médico, subrayó.
El incremento de estos
recintos también es señal de la burocratización de los servicios. En la década
de los 60, al conformarse el sistema referido —sobre todo con el IMSS—, el
médico familiar funcionó como lo hacía el de cabecera, pues realizaba visitas
domiciliarias. Desafortunadamente, con el tiempo se alejó del paciente, quien
se volvió una ficha (después de una larga espera, con suerte, recibe una sesión
de 10 minutos).
Si bien surgen a fines del
siglo XX, en 2010, con el decreto que establece la venta de antibióticos sólo
con receta, hubo una explosión. Quizá seamos la nación con más médicos de
botica. En el año 2000 había unos dos mil, hoy son 30 mil.
La proliferación de
consultorios de farmacia en México es un indicador de las deficiencias del
sistema de salud pública en atención primaria. Las carencias son tantas que
estos sitios encontraron un inmenso nicho de mercado, advirtió Durán Arenas.
El que haya una oferta
suficiente de especialistas para laborar en estos dispensarios habla de la
incapacidad del sistema nacional para incorporarlos. Sólo hay 4,500 plazas en el país para los miles que
salen anualmente de las escuelas de medicina.
Y es que la enorme demanda
no satisfecha en atención primaria se refleja en el hecho de que de los
mexicanos que deberían ser canalizados en esta estructura, 23 millones (según
el INEGI) carecen de seguridad social.
En su proyecto Evaluación de
los consultorios de farmacia en la atención primaria de infecciones
respiratorias agudas, el académico trata de dilucidar, en una primera fase,
desde la perspectiva del médico y del paciente, y a partir de grupos focales,
cómo funciona y se vincula el primero con el expendio de medicamentos donde
está instalado, así como qué tipo de problemas atiende (espera concluir esta
etapa a fin de año).
En una segunda, realizará
una encuesta a más personas para explorar, a mayor profundidad, los aspectos
que hacen que esos dispensarios existan como una alternativa organizacional
para la atención primaria. Para ello ha solicitado fondos al Conacyt.
Previamente, Durán Arenas
hizo un sondeo básico que mostró que los padecimientos respiratorios e
intestinales agudos (gripa, influenza, bronquitis y diarreas) son los
malestares más atendidos en esos espacios. Esto fue un gancho para ver qué hay
adentro, analizar la situación y establecer lo ahí ofrecido.
Con el conocimiento generado
en esta evaluación se podrá mejorar este modelo o propiciar alternativas, como
la propuesta que el universitario y colaboradores hicieron hace poco para una
paraestatal. Inspirados en el modelo inglés, plantearon que el médico de cabecera
sea la entrada al sistema de salud.
Para ello, proyectaron un
esquema de atención primaria basado en incentivos. La idea es duplicar el
salario de los especialistas, pero también el número de pacientes. Se les
pagaría sólo si hacen bien su trabajo: turnar al paciente (diabético,
hipertenso o de la tercera edad) de la clínica local a hospitales y
laboratorios, y estar al tanto del tratamiento para saber cómo cuidarlo y
cuándo darlo de alta.
Tener un galeno
familiar cerca de casa o del trabajo (por eso las farmacias son exitosas)
debería ser un derecho universal, concluyó.
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