La descripción de Monumentos
Antiguos Mexicanos, documento del siglo XVIII considerado “un testimonio
invaluable de los orígenes de la arqueología mexicana”, es mostrado en el Museo
Nacional de Antropología (MNA) junto con 16 piezas prehispánicas que en él
fueron registrados en esa época, cuando las creaciones artísticas indígenas
comenzaron a ser revaloradas y se sentaban las bases de una nación
independiente.
La exposición “El capitán
Dupaix y su álbum arqueológico de 1794 representa un proyecto inédito, cuya
propuesta temática nos obliga a mirar hacia los orígenes en México de una de
las disciplinas humanistas que rigen la vocación del Instituto Nacional de
Antropología e Historia (INAH): la arqueología”, expresó Teresa Franco,
directora general de la institución, al inaugurar anoche esta muestra temporal.
En esta exhibición los
visitantes tendrán la posibilidad de comprender formas de pensar, enfoques e
incluso la misma plástica de los vestigios sobre los cuales, desde tiempos del
capitán Dupaix hasta la actualidad, se han venido haciendo trabajos de
exploración, investigación y conservación.
Teresa Franco destacó que el
capitán Dupaix fue un hombre del siglo XVIII, extranjero de origen y curioso
por vocación, quien con su obra Descripcion de Monumentos antiguos Mexicanos
nos convoca a detenernos y mirar los vestigios consignados en él, imaginar su
uso, entender su significado y extraviar la mirada antropológica hacia el arte,
y recuperar las formas novohispanas de documentar el legado prehispánico.
A decir de la directora
general del INAH, en la exposición se reúnen tres líneas: la primera tiene que
ver con refrendar la vocación educativa del Museo Nacional de Antropología.
La segunda invita a volver
la mirada a los amplios acervos documentales y materiales que distinguen a los
archivos, bibliotecas y museos del INAH. Y la tercera, dijo, tiene que ver con
la construcción de nuevas aproximaciones a la historia moderna de México, “en
este caso, la historia de la disciplina arqueológica entre nosotros”.
La muestra El capitán Dupaix
y su álbum arqueológico de 1794, que permanecerá hasta agosto próximo en la
Sala Culturas Indígenas, del MNA, es una oportunidad única para confrontar la
Descripcion…, de Dupaix, con 16 de las 19 esculturas referidas en él. La mayor
parte de la colección asentada en este antiguo catálogo se encuentra bajo resguardo
en diversos recintos del INAH, mayoritariamente en la Sala Mexica, del Museo
Nacional de Antropología.
El visitante podrá apreciar
los valores que el propio Dupaix advertía en estas tallas en piedra volcánica.
Se encuentran el monumento conocido como “Indio triste”, las esculturas de un
lobo y de un par de serpientes de cascabel enroscadas, deidades como Tláloc y
Chalchiuhtlicue, un Chac Mool, un cuauhxicalli o piedra de sacrificio y una
escultura circular, cuyas caras representan a los dioses Tlaltecuhtli y
Quetzalcóatl.
El arqueólogo Leonardo López
Luján, curador de la exposición y director del Proyecto Templo Mayor, en agosto
de 2005, junto con su equipo, logró localizar uno de los monolitos referidos
por Dupaix como una “corpulenta culebra” que atraviesa por el centro “varios
círculos concéntricos… Tres garras monstruosas… sirven de sus tentáculos”.
El monolito fue bautizado
como Piedra de la Librería Porrúa por haberse encontrado ahí; sin embargo, hubo
una corrección a la descripción de Dupaix, pues en realidad se trata de la
representación de una biznaga, cactácea que para los mexicas era un símbolo de
las tierras áridas y, por tanto, de sus orígenes norteños, dijo López Luján.
Explicó que “Dupaix muestra
en su cuadernillo de 1794 una loable obstinación por registrar en forma
sistemática el lugar del hallazgo o en que se encontraba cada monumento cuando
lo vio; la densidad y el color de la piedra en que fue esculpido; sus
dimensiones en varas; las características formales de los seres o motivos representados
y sus ideas —tanto vagas como desconcertantes— sobre la función y significado.
“Entre tantos datos llanos,
la admiración de Dupaix por el legado material indígena surge de repente, por
ejemplo, cuando califica a una obra como de ‘mucho mérito’, ‘bastante bien
executada’ o ‘primorosamente esculpida’”.
Incluso calificaba algo como
“digno de la antigua Roma”, comparando su calidad y belleza con algunas obras
que conoció en su periplo por Italia y Grecia, a la edad de treinta años. Dos
décadas más tarde, ya en la Nueva España y cuando sus aspiraciones militares se
vieron truncas, Dupaix se emplearía a fondo en su labor anticuaria.
(Información y fotografías INAH)
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