Por Adalberto Villasana*
Hoy hace tres décadas los
mexicanos vivieron la peor tragedia natural de la historia moderna, los
terremotos dejaron miles de muertos y una destrucción incalculable. Pero dentro
de la tragedia floreció la solidaridad que los caracteriza, en cada hombre y mujer
despertó un héroe que ayudó de inmediato a quién tenía a lado y lo necesitaba.
En medio de la devastación
se vivió uno de los pasajes más emotivos de unidad entre los mexicanos, cuando
aún la tierra se movía, ya filas de hombres que parecían “hormigas” quitaban
pierdas y liberaban a quienes se encontraban bajo los escombros.
Aparecieron los héroes, Los
Topos, La Pulga y muchos miles más que de manera anónima trabajaron sin
descanso en el rescate, y el “ejército de adelitas”, mujeres que se organizaron
para llevar comida a quienes estaban día y noche en el retiro de escombros,
además de que atendieron heridos.
Así, el reloj de la Torre
Latinoamericana quedó como mudo testigo de las escenas al quedar detenido a las
07:19:49 horas, de ese tristemente recordado 19 de septiembre, el cual dejó
heridas que jamás cerrarán.
El movimiento telúrico del
19 de septiembre, en el DF alcanzó los 8.1 grados en la escala de Richter,
sacudió las entrañas de la Tierra por alrededor de dos minutos. Su epicentro se
localizó frente a las costas michoacanas y tuvo su mayor réplica al día
siguiente, 20 de septiembre, a las 19:38 horas, con una magnitud de 7.9 grados.
La cifra oficial quedó en
4,564 muertos, pero la gente no lo cree, habla de por lo menos ocho mil y los
cálculos mayores de 20 mil. A 30 años de la tragedia los mexicanos consideran
que no hay una cifra creíble de defunciones, más aún porque recuerda una ciudad
en ruinas.
“Los día del terremoto” como
los conocemos al paso de los años, marcaron la vida de varias generaciones de
mexicanos. Principalmente de quienes renacieron de entre los escombros, como
“los niños milagro”, en los hospitales de maternidad; los sobrevivientes de
Tlatelolco, de Televisa. Los hoteles Regis y Del Padro; luego los días del
rescate del mural de Diego Rivera “Un paseo por la Alameda”, tantas cosas que
hay que recordar de ese 1985.
Recordamos al tenor Plácido
Domingo y su ejemplar solidaridad con el pueblo de México, quien acudió a
Tlatelolco. “Fue una tragedia que nos hermanó”, expresaron condóminos de
Tlatelolco.
La ciudad se colapsó, pero
su gente no, así fue, mexicanos que nunca se rindieron, qué mantuvieron la
esperanza de rescatar con vida a quienes se quedaron debajo de los escombros
del edificio de Súper Leche en el Eje Central, o en el las costureras de la
Calzada San Antonio Abad, o bien los empleados Federales de la Secretaría de
Comunicaciones y Obras Públicas, así como de Televisa Chapultepec.
Esos días que
parecieron eternos estuvieron formados de minutos y horas de angustiosas tareas
de rescate. Muchos pasaron días bajos los escombros y cada rescate de un
compañero vivo era motivo de júbilo, que le daba energía a la gente de seguir
retirando piedras de montañas que parecía que no perdían tamaño. También quedó
un gran dolor, fosas comunes de restos humanos irreconocibles, los
desaparecidos. México lleva en su corazón esa grieta que dejó el terremoto del
19 de septiembre.*Publicado en LAPRENSA 19-SEP-2015
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