Tres décadas sin Rockdrigo
González, el “profeta del nopal”, quien vivió tan rápido que una vez cantó: “No
tengo tiempo de cambiar mi vida”. A las 07:19 horas del 19 de septiembre de
1985, en los sismos que devastaron la ciudad, murió el hombre y nació la
leyenda.
Ese trágico 19 de
septiembre, cuando la urbe sucumbió al movimiento de la tierra, los cantantes
llamados rupestres perdieron a su principal exponente: Rockdrigo González, y en
la banda no faltó el que dijo “murió de un pasón de cemento”.
El humor negro del mexicano,
el reírnos en el dolor, pero lo sucedido fue bastante trágico. La leyenda
cuenta que lo encontraron abrazado de su mujer en el edificio “Nuevo León”,
donde vivía en Tlatelolco.
Hoy “los rupestres”
recordarán y rendirán homenaje a su máximo exponente: Rodrigo Eduardo González
Guzmán, quien vio la luz por primera vez el 25 de diciembre de 1950, en el
puerto de Tampico, Tamaulipas, y con sus “urbanohistorias” retrato como nadie
la ciudad de México, y pereció bajo los escombros de un edificio en Tlatelolco.
Con su rock de madera y ron,
“el profeta del nopal” es escuchado en un vagón del metro, en una plaza, en
“una cueva”, quién no ha disfrutado las rolas Estación del Metro Balderas,
Perro en el periférico, Rancho electrónico, Buscando trabajo y otras.
Un homenaje en la estación
del Metro Balderas, “ahí donde perdió a su amor”, a tres décadas, sus rolas son
escuchadas y permanecen vigentes en la realidad urbana
“Los rupestres por lo
general son sencillos, no la hacen mucho de tos con tanto chango y faramalla
como acostumbran los no rupestres pero tienen tanto que proponer con sus
guitarras de palo y sus voces acabadas de salir del ron; son poetas y
locochones; rocanroleros y trovadores. Simples y elaborados; gustan de la
fantasía, le mientan la madre a lo cotidiano; tocan como carpinteros venusinos
y cantan como becerros en un examen final del conservatorio”, así definió
Rockdrigo su movimiento.
“Préstame tu máquina
del tiempo, también por ahí quiero viajar, conocer el cielo y el infierno, en
tu compañía aeronaval”, canta aún el profeta en las calles del Distrito Federal
a 30 años de su desaparición.
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