Hablar de las emociones es
más complejo de lo que parece. A diferencia de la antigüedad, hoy se les ve
mucho más cerca de la razón y se piensa que son esenciales para la toma de
decisiones. “Son mucho más útiles de lo que se pensaba”, aseguró Olga Elizabeth
Hansberg Torres, doctora honoris causa por la UNAM.
La integrante del Instituto
de Investigaciones Filosóficas (IIFs) dijo que sirven para sobrevivir en un
mundo que puede ser hostil. Por ejemplo, alguien sin miedo podría perecer,
porque no sabría distinguir situaciones peligrosas de las que no lo son.
También sirven para interactuar con otros seres y con el entorno, para evaluar.
Las disciplinas que las
analizan son la filosofía, psicología, neurociencias, sociología, antropología,
economía, ciencias cognitivas, arquitectura y derecho, entre otras. Hoy son un
tema común, pero antes no se estudiaban mucho; la investigación giraba en torno
al pensamiento, la cognición o el razonamiento, recordó.
La exintegrante de la Junta
de Gobierno de la Universidad Nacional señaló que la filosofía en la materia se
había dejado de lado. Su primera pregunta es acerca de qué son y cuál es su
naturaleza.
“Son estados mentales, junto
con las creencias, pensamientos, intenciones, sensaciones y percepciones;
tienen en común el llamado objeto intencional, es decir, son ‘acerca de algo’,
están dirigidas a un objeto”.
En la conferencia ¿Cómo
entender las emociones?, impartida en el auditorio Sonia Amelio del plantel 6
Alfonso Caso, de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP), añadió que un episodio
emocional es un suceso fisiológico, con cambios cerebrales y de otras partes
del cuerpo, como pueden ser gestuales. Su fenomenología es característica; la
tristeza, por ejemplo, se siente de cierta forma.
Tienen un componente
motivacional. Nos llevan a actuar y tal acción puede ser primitiva, automática,
como sucede con muchos animales, sobre todo si se trata de una amenaza o
peligro inmediatos.
También las hay a largo
plazo, que muchos llaman actitudes, cuando por mencionar un caso se dice: “ha
estado enojado con su padre por 10 años”. Esa molestia, que no es consciente
todo el tiempo, explica muchos aspectos de la conducta del individuo.
Asimismo, tienen que ver con
los rasgos de carácter. Hablamos de alguien que es colérico, irritable o
deprimido, agregó la universitaria.
Un problema en filosofía es
el conflicto entre emociones y razón, que tiene repercusiones en la moralidad.
Cuando los filósofos antiguos se interesaban en las primeras, casi siempre era
para contraponerlas con la segunda y ver cómo ésta puede dominar a aquéllas.
Para Aristóteles, si alguien se enoja debe hacerlo con la persona, el momento,
la situación e intensidad adecuadas; la emoción debe ser “medida”.
Desde los griegos ha
existido la idea de la contraposición entre ambas. La mayoría pensaba que las
emociones eran disruptivas de la razón y que había que controlarlas y no
dejarnos dominar por ellas. Se consideraba que inhiben la autonomía de los
individuos y por eso deben ser descartadas; pero en ese caso se relacionaban
con miedo, cólera, terror, celos o envidia.
En cambio, hay otras que son
fundamentales, no sólo para las acciones normales, sino para la moral. “Hay
filósofos que piensan que son importantes para la moralidad: empatía,
compasión, ternura, simpatía, amor. Hay otras que funcionan como sanciones para
actuar moralmente: la culpa, la vergüenza, el remordimiento, la indignación.
Por ejemplo, sentir remordimiento es útil porque puede llevar a reparar el daño
causado”.
Hansberg refirió que la
conducta que producen las emociones de los animales es bastante limitada; un
burro ante una situación reacciona de manera estereotipada; en cambio, una
persona tiene una enorme cantidad de posibles cursos de acción.
En los seres humanos los
estados mentales se dan en redes; las emociones o las creencias no ocurren
solas, sino en conjunto. Los neurocientíficos han descubierto que incluso las
emociones que parecían obvias y que sólo implicaban a la amígdala y el sistema
límbico, en realidad involucran a muchas más partes del cerebro. “Por eso, un
ser humano puede actuar de formas variadas; va a depender de lo que ha pensado
antes, de su educación y vida cultural”.
Los seres humanos buscan
ciertas emociones, pero no es claro por qué ocurre así: hay gente que ve
películas de terror o practica deportes extremos.
Para la reflexión queda el
autoengaño o redescripción que hacen las personas para no sentirse mal o avergonzadas.
“Todos caemos en él, porque uno no es el mejor juez de sus propias emociones;
nos podemos equivocar acerca de cuándo sentimos algo, de qué es y cómo se
llama”.
Hay casos donde la emoción
gana a cualquier razonamiento, los más graves de debilidad de la voluntad, de
acrasia, donde sabemos lo que sería conveniente hacer y sin embargo nos dejamos
llevar, como Medea, quien por celos y rabia contra Jasón mata a sus hijos. Ella
sabe que hace mal y, sin embargo, lo consuma.
También existe la
acrasia inversa, donde gana la emoción, pero después de un tiempo, uno se da
cuenta que hizo bien, finalizó la reconocida filósofa universitaria.
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