sábado, 7 de junio de 2014

Arte huichol y sus emblemas cosmogónicos


En flechas, jícaras, tablas de estambre y máscaras, entre otros objetos, subyace el poder (cuando el objeto es creado por un chamán y no sólo por un artista) de algunos de los emblemas cosmogónicos de este pueblo que ronda los 44 mil miembros, señala el antropólogo Johannes Neurath, en su libro La vida de las imágenes. Arte huichol.
Neurath es curador e investigador de la sala etnográfica Gran Nayar del Museo Nacional de Antropología del INAH, lleva más de dos décadas involucrado con personajes y comunidades del territorio wixarika: en la parte meridional de la Sierra Madre Occidental, y ahora presentó su libro.
Uno de esos emblemas es la cruz romboide que alude a la concepción que tienen del universo, dividido en cuatro partes y un centro, a manera de quincunce, que simboliza mediante el “encuentro armónico” de cuatro mariposas el equilibrio entre el aspecto espiritual y material del mundo.
Estos cardinales —explicó Johannes Neurath—, refieren a los puntos de su geografía sagrada, muy específicos en un paisaje que abarca las colindancias de Jalisco, Nayarit, Durango y Zacatecas, y como eje, la Sierra Madre, vinculados a su vez con mitos que vienen de tiempos pretéritos, pero que se recrean en cada momento porque están vivos.
En las páginas centrales de La vida de las imágenes. Arte huichol, se despliega la fotografía de una tabla de estambre que es una de las piezas centrales de la sala Gran Nayar, creada por José Benítez Sánchez. Entre los muchos relatos a los que puede dar lugar, está justamente el peregrinaje del pueblo wixarika, del mar al desierto, y viceversa.
Ahí, entretejido, está el centro del universo: Te’akata, en la sierra; al oeste, Haramaratsie, en el mar y costas del Pacífico jalisciense; cerca del puerto nayarita de San Blas está Waxieme o la piedra blanca (punto de partida del viaje iniciático de los dioses). Al oeste se levanta Wirikuta en la sierra de Catorce, San Luis Potosí, donde sobresale el cerro sacro Re’unari.
Con su dedo sobre la página, Neurath señala Hauxamanaka, hacia el extremo norte, en los bosques de la sierra de Durango; también allí se encuentra otra significativa elevación: el Cerro Gordo. Por último, al sur, el santuario Xapawiyeme, ubicado en la Isla de los Alacranes, del lago de Chapala, en Jalisco.
“Los huicholes no hacen arte en el sentido occidental, es mucho más complejo que eso. Las imágenes no son simplemente imágenes, sino son seres, dioses, ancestros que les exigen sacrificios y la participación en fiestas y rituales”, comentó el antropólogo, quien añadió además que estas “escenas” surgen del nierika, el “don de ver”.
En orden, dentro de lo que en apariencia es caos, puede aparecer Takutsi Nakawe, “Nuestra abuela, la Carne vieja”; o las diosas madres de la lluvia, Tateiteime Nia’ariwamete; Na+r+, el dios de los torrenciales y esposo del monstruo Nakawe; Waxiewe, la roca blanca de San Blas; o Tatei Y+rameka, “Nuestra madre, el Retoño”.
“Ellos se manifiestan en piedras, en estatuas, en cerros, en bocas, en todo lo que es sólido, que a su vez es producto del auto-sacrificio”, afirmó Johannes Neurath.
(Información INAH-Fotografía Mauricio Marat-INAH)

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