sábado, 17 de mayo de 2014

Mar profundo une a investigadores y académicos del mundo


Para evitar el daño a ecosistemas oceánicos ubicados a más de 200 metros de profundidad, 14 instituciones académicas de los cinco continentes proponen un plan de gestión que equilibra la indagación científica y la extracción sostenible de recursos abisales
El mar profundo, que va de los 200 metros bajo la superficie hasta los fondos o suelos oceánicos a poco más de 11 kilómetros (km), abarca más de la mitad del planeta y es un vasto sitio de vida (con múltiples ecosistemas, hábitats complejos, variedad de animales y microorganismos, muchos aún desconocidos) que guarda recursos valiosos y de interés para diversos usuarios.
Y para explotarlo de manera sostenible y articular estos usos con el mejor conocimiento científico, 28 expertos de 14 instituciones académicas de los cinco continentes han creado la “Iniciativa de Gestión del Mar Profundo” (DOSI, por las siglas de Deep Ocean Stewardship Initiative), que propone un plan para impulsar y equilibrar la investigación científica y la extracción de recursos de manera sostenible con apoyo de mejores políticas para su regulación.
“Es una iniciativa de gestión en la que participamos científicos de las ciencias naturales y sociales, incluidos economistas y abogados ambientales de naciones desarrolladas y en vías de desarrollo; realizamos un acercamiento de los académicos con empresarios, la sociedad civil, los gobiernos y tomadores de decisiones”, resumió Elva Escobar Briones, investigadora y directora del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICML) de la UNAM, coautora del artículo sobre la DOSI que se difunde hoy en la sección Policy Forum de la revista Science.
En el escrito, Escobar Briones, junto con Kathryn Mengerink, codirectora del Programa de Océanos del Instituto de Derecho Ambiental; Lisa Levin, directora del Centro para la Biodiversidad Marina y la Conservación de la Scripps Institution of Oceanography, y otros, hacen un llamado para administrar el espacio marino más grande del mundo antes de que ocurra una pérdida permanente, mediante el uso sensato de los recursos para conservar el equilibrio ecológico de las profundidades oceánicas.
“Las primeras exploraciones al mar profundo iniciaron en el siglo XIX y continuaron con mayor intensidad en las décadas de 1950 y 1960, pero aún es necesario adquirir más conocimiento, por ello, es importante impulsar campañas científicas y trabajar en forma conjunta y coordinada con los distintos sectores”, apuntó.
Entre los desafíos que se enfrentan, la bióloga y doctora en oceanografía destacó los impactos de las actividades asociadas al desarrollo de la pesca de profundidad, la extracción de petróleo y gas, la eliminación de desechos y la contaminación derivada de las zonas urbanas que ya han ocasionado daños a corto y largo plazos, y posiblemente irreversibles, en algunos ambientes del mar profundo.
 “La minería a escala industrial se perfila en el horizonte. La gobernanza de los ecosistemas de columna de agua y de los fondos marinos por debajo de 200 metros de profundidad contempla reglamentaciones complejas de jurisdicción nacional e internacional, que complican el poder garantizar la salud futura del mar profundo”, destacó.
Las ideas que permitieron escribir el artículo que se publica hoy en la revista Science surgieron durante la reunión de creación de la DOSI, celebrada del 15 al 17 de abril de 2013 en el ICML de la UNAM.
Ahí se discutieron necesidades de investigación, manejo y toma de decisiones para mantener la integridad, funcionamiento y los servicios ecosistémicos de mar profundo para las generaciones futuras.
Escobar Briones detalló que el desarrollo de esta iniciativa comenzó con un esfuerzo conjunto entre la UNAM, a través del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología, y el Centro para la Biodiversidad Marina y la Conservación de la Scripps Institution of Oceanography, para lo cual contó con el apoyo del fondo J.M. Kaplan y la Red Internacional para la Investigación Científica de los Ecosistemas de Aguas Profundas (INDEEP), a través de una subvención de Fondation Total, la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP).

(Información y fotos DGCS-UNAM)

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