Una drástica reducción de
las poblaciones de abejas en todo el mundo ha llevado a los científicos a
indagar lo que sucede con estos insectos, fundamentales para la polinización de
muchas de las especies de plantas con flores, proceso del cual depende el 75
por ciento de las frutas y verduras que consumimos.
Para completar la
información genética de estos animales, la Iniciativa Global para la Salud de
las Abejas Melíferas ha puesto en marcha un proyecto que consiste en colocar
microsensores milimétricos en el tórax de ciertas poblaciones de abejas para
estudiar su comportamiento en las colmenas.
En México este esfuerzo es
encabezado por Mauricio Quesada Avendaño, biólogo y doctor en ecología, e
integrante de la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) unidad Morelia
y del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES) de
la UNAM, de la misma ciudad.
“A nivel mundial la
iniciativa es de Paulo De Souza, de la Organización de Investigación Científica
e Industrial de la Mancomunidad de Naciones (CSIRO, por sus siglas en inglés),
que funciona como Agencia Nacional de Ciencias de Australia. Nosotros
desarrollamos el proyecto en México”, señaló el también responsable del
Laboratorio Nacional de Análisis y Síntesis Ecológica (LANASE) que esta casa de
estudios inauguró recientemente en el campus Morelia.
“Queremos saber cuántas
abejas salen de la colmena y cuántas regresan, cuáles son sus rutas, sus
enemigos naturales (entre los que se encuentran ácaros, bacterias, virus y
escarabajos), de qué recursos florales dependen y algunos aspectos genéticos
que desconocemos”, comentó.
Actualmente, los
universitarios buscan financiamiento de fundaciones interesadas y de la Sagarpa
para analizar estos fenómenos a nivel nacional. “Estudiar a esos insectos con
los microsensores, desarrollados en Australia, es parte de un proyecto global”,
informó.
Abejas africanizadas
En la década de 1980, México
y otros territorios de Norteamérica alojaron a un grupo de abejas africanizadas
provenientes de Brasil. Se trata de un híbrido entre las razas europeas y
africanas. Tuvieron la capacidad de migrar, cuentan con poblaciones gigantes,
incluso en zonas protegidas.
“Queremos conocer su
ancestría y qué tan antiguas y resistentes son. Después pretendemos ligar ese
origen a su comportamiento actual y al declive de poblaciones nativas”, dijo
Quesada Avendaño.
Los microsensores se pegan
en el tórax de cada abeja, son muy pequeños, de dos milímetros cuadrados, y con
un peso de cinco miligramos; no afectan sus actividades debido a que una abeja
puede pesar entre 100 y 110 mg y transportar hasta una carga semejante a su
peso.
“Se usan para darles
seguimiento y hacer un análisis de su actividad a lo largo del día y durante
toda su vida, además de observar el comportamiento en la colmena, si van a
otras colmenas o si las vigilan. Vamos a cruzar el comportamiento con la
información genética”, resaltó.
Este proyecto del LANASE
tiene financiamiento de la UNAM, del Conacyt y de la Universidad Autónoma de
Guerrero.
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