“Desde el punto de vista
neurobiológico, la ansiedad no es una enfermedad, sino una respuesta natural
del organismo que nos adapta y dispone para enfrentarnos a lo que puede
dañarnos física o mentalmente. Su objetivo es avisarnos que hay peligro y que
debemos prepararnos para atacar o salir huyendo”, explicó Miguel Pérez de la
Mora, del Instituto de Fisiología Celular (IFC) de la UNAM.
Sin embargo, cuando aparece
sin que haya riesgo, o si su intensidad no guarda relación con el estímulo que
la origina, se torna patológica, es decir, enfermiza.
Desde diversos ángulos se
estudia experimentalmente esta respuesta en roedores para, posteriormente,
utilizar en el humano el conocimiento obtenido.
Para saber cuál es la
naturaleza de la ansiedad, tanto en condiciones normales como patológicas, las
investigaciones se centran en averiguar cómo funciona la amígdala cerebral,
región “tocaya” de esas estructuras que tenemos en la garganta, pero que se
encuentra dentro del cerebro y está involucrada con esta respuesta. “Buscamos
entender cómo trabaja para, con los resultados obtenidos, generar nuevas
hipótesis sobre cómo se produce la ansiedad y cómo podemos eliminarla, o al
menos disminuirla”, acotó el universitario.
Los investigadores observan
los cambios que ocurren dentro de la amígdala cuando el individuo utilizado en
el laboratorio experimenta un estado de ansiedad o de tranquilidad, o bien, al
pasar de uno a otro.
Esos cambios se manifiestan
en el funcionamiento de una serie de neurotransmisores, sustancias que permiten
la conexión nerviosa entre las neuronas que los liberan y las proteínas de las
neuronas que los reciben, y que por ese motivo se denominan receptores.
“Queremos ver cómo trabajan e interactúan distintos neurotransmisores dentro de
la amígdala durante el proceso de producción o disminución de la ansiedad”,
reiteró Pérez de la Mora.
La dopamina y la ansiedad
“Al empezar esta indagación
pretendíamos detectar cuáles neurotransmisores, de los conocidos dentro de la
amígdala, participaban en la ansiedad. Uno podía pensar a priori que todos
debían hacerlo, en mayor o menor grado, pero eso había que determinarlo y
después establecer el tipo de acción que ejercían estas sustancias en la
ansiedad”, dijo.
Los investigadores
intentaban saber si la acción de estos neurotransmisores disparaba la ansiedad
o la disminuía, y en qué parte de la amígdala lo hacía. “La dopamina es un
neurotransmisor importante en el sistema nervioso, sus funciones dependen de la
parte del cerebro donde actúa, y de los receptores que activa”, indicó.
La dopamina tiene efectos
antagónicos en la ansiedad, que dependen del tipo de receptores que activa y de
la localización de éstos dentro de la amígdala. “Según el receptor utilizado y
la manera como lo encendamos, podemos generar ansiedad o disminuirla”, abundó
Pérez de la Mora.
Actúa a través de dos grupos
de receptores. Cuando usa los llamados D1 aumenta la ansiedad, pero si se
“pega” a los D2 se dice que sus efectos son ansiolíticos, pues disminuye la
ansiedad. Pareciera que a través de estos efectos antagónicos la dopamina
ayuda, a manera de un switch, a mantener un grado óptimo de ansiedad al activar
uno u otro tipo de receptores.
“No sabemos cómo se libera
la dopamina en un lugar determinado, cómo predomina una acción en un momento
dado y cómo se dispara la otra después. Esperamos tener una respuesta pronto”.
Oxitocina, hormona de la
sociabilidad y del amor
La oxitocina es una hormona
que está de moda. Se le conoce como la hormona de la sociabilidad o del amor,
pues sus acciones favorecen las relaciones sociales y es importante tanto para
el apego como para la selección de la pareja.
También estimula la relación
sexual al facilitar la erección en el macho y la recepción en la hembra. “Las
mujeres la conocen bien porque facilita el nacimiento de sus bebés y, después,
hace posible su alimentación durante la lactancia”, indicó.
Estudios recientes han
demostrado que además de funcionar como hormona, la oxitocina, al igual que la
vasopresina (hormona con la que aquélla guarda un estrecho parentesco
evolutivo), actúa también como neurotransmisor con efectos contrarios sobre la
ansiedad.
“Nuestras indagaciones han
demostrado que si alguna es inyectada dentro de la amígdala de la rata, tiene
efectos opuestos, pues la primera disminuye la ansiedad y la segunda la
aumenta”, subrayó.
Ambas actúan sobre distintos
tipos de receptores, pero lo importante es que, como ocurre con la dopamina,
tienen efectos antagónicos. Estas sustancias no sólo funcionan como hormonas en
nuestro cuerpo, también se liberan y actúan como neurotransmisores en la
amígdala.
“Como hemos encontrado en
nuestro laboratorio que la oxitocina requiere de la participación de la
dopamina para disminuir la ansiedad, es posible que sus acciones ansiolíticas
surjan como resultado de las interacciones entre ella y otros
neurotransmisores, como la dopamina”, continuó.
Dado que la oxitocina
aminora la ansiedad, es posible que el individuo pueda relacionarse socialmente
con mayor facilidad, porque no tiene temor a conversar con alguien a quien no
conoce. De igual manera, la selección de la pareja y el apego a ésta podrían
depender de la actividad ansiolítica de esa sustancia.
“Quedaría por aclarar si las
acciones positivas que la oxitocina tiene en la erección en el macho y la
recepción en la hembra se producen por la disminución de la ansiedad que causa
este neurotransmisor. Es muy probable que su liberación en la amígdala y otras
partes del cerebro estén involucradas en los efectos benéficos de la
psicoterapia en algunos trastornos tanto sexuales como de la ansiedad”,
finalizó.
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