Alberto Flandes,
investigador de la UNAM, junto con científicos de diversas latitudes, se
encarga del análisis de datos que proporciona el monitor de polvo de impacto,
que mide las partículas de polvo milimétrico que se mueven sobre la superficie
del cometa 67P.
Como se recordará, el pasado
12 de noviembre la sonda espacial europea Rosetta hizo historia al colocar, de
manera exitosa, el módulo de aterrizaje Philae sobre la superficie del cometa
67P/Churyumov-Gerasimenko, cuyo objetivo es examinar el origen, composición y
estructura de ese cuerpo celeste.
Tanto el orbitador como el
aterrizador fueron equipados con instrumentos científicos que servirán para
analizar el cometa. Uno de ellos es una perforadora para tomar muestras
internas, además de espectrómetros que estudian la radiación emitida por el
cometa, o detectores que miden los gases y polvo que emanan de su superficie.
En el caso del monitor de
polvo de impacto, el propósito es calcular el flujo y propiedades de las
partículas que se mueven cerca de la superficie del cometa. En ese análisis
colabora Alberto Flandes, investigador del Instituto de Geofísica (IGf) de la
UNAM.
El universitario explicó que
los resultados obtenidos de las observaciones contribuirán a conocer más sobre
el origen y evolución del Sistema Solar, además de la posibilidad de determinar
la función de los cometas en la provisión de agua e, incluso, del material
precursor de la vida en la Tierra.
La misión de la sonda es
obtener la mayor cantidad de información posible in situ (básicamente el
análisis de la radiación, de los gases y del polvo que emite el cometa), además
de tomas fotográficas para conocer, entre otros aspectos, la calidad del
terreno del cometa y, sobre todo, seguir su evolución a medida que se acerque
al Sol para saber cómo se activa y cuáles son los procesos de esa actividad,
detalló.
En el análisis de los datos
que proporcionan los instrumentos científicos de Philae participan
investigadores de universidades e institutos de diversos países. “Soy parte del
grupo encargado del monitor de polvo que, a su vez, forma parte del conjunto de
cinco instrumentos que incluyen al tren de aterrizaje”.
El monitor de polvo de
impacto es relativamente pequeño, siete centímetros por lado, funciona con el
mismo principio de un micrófono y es tan sensible que puede detectar
diferencias de presión en el aire de la Tierra.
Tiene placas piezoeléctricas
que registran cada vez que una partícula de polvo de tamaño milimétrico choca
con ellas. “Con esa información pueden determinarse la intensidad del choque y
tiempo de contacto, así como estimarse las propiedades físicas de las
partículas, como tamaño, velocidad o si es blanda o dura. Este instrumento de
la misión es relativamente simple”.
El monitor está colocado en
el borde superior del aterrizador, que se encuentra posicionado sobre el
cometa. A medida que el cometa se activa, las partículas comienzan a salir.
“Las que caen sobre el monitor o que chocan directamente con él, nos permiten
conocer de dónde provienen y su tamaño; el flujo también nos indica qué tan
activo es el cometa, pues en la medida en que se acerca al Sol se vuelve más
activo”, reiteró.
Los datos se concentran en
Darmstadt y Colonia, en Alemania, de ahí se distribuyen a través de un sistema,
donde los científicos encargados de su análisis pueden recuperarlos.
Según una teoría, los
cometas están hechos del material original del que se formó nuestro Sistema
Solar. De ahí el interés por saber cuáles son los ‘ingredientes’ que los
conforman. Su composición promedio es agua (85 por ciento), una proporción
importante de bióxido y monóxido de carbono y una pequeña de material orgánico
(a base de carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno); además, se ha observado
que la constitución de los cometas que provienen de regiones más cercanas a la
Tierra es distinta a los que están más alejados.
La mayoría de estos cuerpos
están confinados a la periferia del Sistema Solar, pero cuando éste se formó
prácticamente se movían por todos lados y chocaban continuamente con los
planetas nuevos o en formación.
Por otra parte, añadió, es factible
que fueran el medio de transporte del agua en la Tierra, aunque también los
asteroides pudieron haber contribuido a ello. Es así que la misión Rosetta es
relevante.
Desde el punto de vista
científico es un logro que una nave pueda llegar con precisión al cometa,
liberar el módulo, colocarlo sobre la superficie y seguir orbitando mientras
aquél se acerca al Sol. A partir de esta misión podría obtenerse más
información sobre la composición, dinámica y estructura del Sistema Solar,
concluyó.
(Información e imágenes
DGCS-UNAM)
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