Entre colegas jóvenes, el
antropólogo sudafricano Adam Kuper solía bromear que algunos museos deberían
estar en un museo. A sus 76 años, tampoco se muestra muy optimista sobre estos
espacios dedicados a la antropología, el motivo es claro, aduce, los museos de
antropología no comprenden a la propia disciplina, dijo ante un auditorio
expectante que se reunió para escucharle en el que él considera uno de los tres
museos más maravillosos del mundo: el Nacional de Antropología de México.
La visita a México de este experto conocido por su labor
en el campo de la antropología social, sobre todo por su análisis del concepto
de cultura en un libro fundamental: Cultura. La versión de los antropólogos
(1999), obedece al interés del Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH) de acercar a las nuevas generaciones de antropólogos a las ideas de
estos personajes que son pilares en el debate de sus fundamentos.
El profesor investigador de
The London School of Economics and Political Science comenzó con una afirmación
inquietante: “los museos de antropología están en crisis”, que obedece no sólo
al quiebre financiero, la interferencia política, la apropiación, la
autenticidad o las preocupaciones morales sobre darle voz a los que quieren ser
representados en ellos, sino a la crisis misma que experimenta la antropología
en términos de su concepción, ¿cómo representar entonces lo que hacen la
antropología y los antropólogos?
En su disertación sobre los
museos dentro y fuera de la antropología, Kuper reparó en las tradiciones
nacionales de la antropología surgidas en la segunda mitad del siglo XIX. La
francesa, la británica y la japonesa que deriva de sus proyectos colonialistas
en África y Asia; la antropología de países con imperios internos como es la
del centro, norte y sur de América, ocupada de los pueblos nativo americanos
(hasta antes de la Segunda Guerra Mundial); y la antropología de la identidad
nacional, típica de Europa central, que obedece a tradiciones teóricas
particulares.
Cada uno de ellos “inventan”
al “otro”, a los sujetos de estudio desde modelos distintos. El primero, el
imperial, apostó por establecer categorías científicas, patrones que midieran
los estadios civilizatorios de acuerdo con pasos en los que “el salvaje”, la
escala inferior, estaría representado por los grupos de cazadores-recolectores.
Ese grado de civilización se midió con respecto al avance tecnológico,
desarrollo político, económico y de racionalidad de los grupos.
El modelo anti-imperial
nació en los Estados-Nación de Europa que se veían a sí mismos oprimidos por
los grandes imperios de Francia, Rusia e Inglaterra; en lugar del término
“civilización” acuñado en Francia, retomaron el alemán: kultur, bajo la idea de
qué no se puede establecer una escala de valores para explicar a todas las
culturas. Cada una de ellas tiene sus propias kultur. Estas culturas son
atacadas por las fuerzas de la civilización: racionalidad, tecnología e
imágenes imperialistas.
Estos modelos se expresan en
los museos. “En el siglo XX, en los principales museos de Europa no hay gran
cambio con respecto a los del siglo XIX, en el llamado Viejo Continente
subsisten los museos de etapas históricas y los museos de identidades
culturales”, advirtió Adam Kuper, un especialista que proviene de una familia
de conocidos antropólogos en Sudáfrica, entre ellos sus tíos Hilda (discípula
de Malinowski) y Leo Kuper.
De experimentos recientes
citó el caso del Musée du quai Branly, de perfil etnológico y concebido
originalmente como un museo de arte primitivo, que hace 10 años tuvo una
“actualización” durante el gobierno de Jacques Chirac bajo una idea que
intentaba retomar los ideales de “fraternidad e igualdad” de la República
Francesa, no obstante al final la curaduría terminó por representar una teoría
bastante decimonónica.
Del otro lado del Atlántico,
y como un ejemplo de lo que denomina “museos de identidad”, el Museo Nacional
del Indio Americano, en Washington, la capital estadounidense, apostó a inicios de este nuevo milenio por dar
voz a los pueblos nativos de esa nación y que ellos mismos establecieran los
temas que querían los representaran. Esto tras siglos de exclusión en reservas.
“Es muy difícil poner un
proyecto así en operación, porque entra en contradicción con nuestra visión,
¿qué crisis de los museos de antropología estamos viendo aquí?, viendo a estos
museos de identidad como el equivalente moderno a los de cultura nacional del
centro de Europa, ¿cómo vamos a crear un nuevo tipo de museo?, ¿un nuevo tipo
de antropología?”, inquirió al final Adam Kuper.
Entre las actividades
que el antropólogo sudafricano continuará realizando en México destaca su
disertación sobre dos de sus libros: The reinvention of primitive society, e
Incest and Influence. The Private Life of Bourgeois England, los días 27 y 28
de abril en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), a las 16:00
horas.
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