Con novedosa instrumentación
se instalará, por primera vez en México, una red sismogeodésica en tierra y mar
en la zona de la Brecha de Guerrero, donde desde hace más de 100 años no se
producen sismos de magnitud significativa (mayor a 7 grados en la escala de
Richter.
Estará a cargo de
especialistas del Instituto de Geofísica (IGf), de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM), para estudiar el peligro asociado a grandes
terremotos y tsunamis.
Hay que recordar que en la
costa guerrerense, en el Pacífico mexicano, se ubica la zona conocida como la
Brecha de Guerrero, que va de Acapulco a Papanoa.
Se indicó que como parte del
proyecto “Evaluación del peligro asociado a grandes terremotos y tsunamis en la
costa del Pacífico mexicano para la mitigación de desastres, en coordinación
con instituciones japonesas.
Sustentados en los estudios
desprendidos de esa red de observación, se generarán modelos computacionales de
terremotos y tsunamis para cuantificar el peligro asociado a esos fenómenos;
además, con base en mapas, se evaluará el riesgo que suponen otros elementos,
como la exposición y vulnerabilidad de asentamientos en la costa, y se
diseñarán planes educativos y de concientización de la población para mejorar
las medidas preventivas.
Lo anterior fue informado
por el responsable del proyecto en México, Víctor Manuel Cruz Atienza,
investigador del IGf, quien recordó que hace un año inició oficialmente la
colaboración con instituciones japonesas, con el objetivo principal y ambicioso
de mitigar los riesgos por ese tipo de fenómenos naturales.
Este trabajo, que concluirá
en marzo de 2021, ya ha dado sus primeros resultados. Vala Hjörleifsdóttir,
también investigadora del Instituto, señaló que se consiguieron los
instrumentos científicos para el proyecto y ya llegaron los primeros, que serán
instalados en el mar este mismo año.
Asimismo, expuso en rueda de
medios, se están implementando los métodos numéricos que se requieren para la
modelación computacional. “Tenemos un fuerte intercambio con los japoneses y
una parte del proyecto se refiere a la transferencia de tecnología, al
aprendizaje de lo que ellos han hecho”.
También, agregó Cruz, se ha
avanzado en la educación para la prevención de desastres; se ha hablado con
autoridades locales para llevar a cabo actividades específicas, como
simulacros, sobre todo en Zihuatanejo.
En el auditorio Tlayolotl
del IGf, refirió que este proyecto consiste en un gran esfuerzo de
instrumentación en la Brecha de Guerrero, donde hay evidencia de que han
ocurrido varios sismos importantes –al menos siete– en los 20 años previos al
último, que aconteció en 1911.
Pero no sólo eso. Si en ese
sitio –cuya distancia es 150 kilómetros menor a la del lugar donde se originó
el sismo de 1985 con respecto a la Ciudad de México– se da un terremoto
comparable al de aquel año, magnitud 8, los efectos en esta megaurbe podrían
ser devastadores, de dos a tres veces más intensos, según estimaciones de
algunos científicos.
Además, junto a la Brecha,
hay otro segmento de tierra, de Acapulco hacia el sur, donde desde hace 60 años
tampoco se registra un sismo grande; ahí se produjo el temblor que en 1957 tiró
al Ángel de la Independencia, en el Paseo de la Reforma. Por ello “comienza a
ser potencialmente peligrosa”, dijeron los científicos.
La meta del proyecto,
explicó Cruz Atienza, es generar información de calidad, de alta precisión, en
mapas que nutrirán al Atlas Nacional de Riesgos por Fenómenos Naturales, para
que las instancias de protección civil la utilicen. Contendrán, por ejemplo,
información sobre la amenaza asociada, como las sacudidas máximas esperadas, o
en caso de maremoto, la altura de las olas y su penetración en la costa.
“Este esfuerzo sentará bases
sólidas para pensar en un sistema de observación en tiempo real, como se hace
en Japón, para monitorear la deformación del fondo oceánico, de modo que si
ocurre un sismo que produzca un tsunami podamos alertar a la población”.
La red sismogeodésica
contendrá casi 80 instrumentos; su complejidad radica en la diversidad de
aparatos que se instalarán y que miden diferentes parámetros. Así, desde
diferentes perspectivas se estudiarán los procesos tectónicos que dan origen a
terremotos y tsunamis.
Muchas de las estaciones en
tierra ya existen; algunas, explicó, forman parte del Servicio Sismológico
Nacional. Hasta ahora se habían estudiado tremores tectónicos (señales ligadas
a la deformación profunda de las placas tectónicas) y los denominados
terremotos silenciosos, que ocurren en la región cada cuatro años y que
producen deformaciones de la corteza que podrían tener implicaciones
importantes en el ciclo sísmico, es decir, en los tiempos de recurrencia de
terremotos potencialmente devastadores.
De ese modo, la red contará
con sismómetros y estaciones GPS de alta precisión. De igual manera, por
primera vez en México, con sensores de presión hidrostática para medir el
levantamiento o subsidencia del fondo oceánico, y dos estaciones con GPS
acústicos.
La probabilidad de que
ocurra un terremoto en un lugar específico depende de qué tan acopladas estén
las placas tectónicas. En este caso, la de Cocos subduce (se mueve) por debajo
de la Norteamericana, “así que lo cuantificaremos, para entender qué tanta
energía se acumuló”. También, se analizará la composición de la corteza
oceánica, entre otros aspectos.
Se espera tener información
útil hacia finales de 2018 y principios de 2019, una vez que haya ocurrido el
próximo sismo lento, que se espera comience a fines de este 2017, anunció el
universitario. Los resultados finales estarán listos en cinco años.
Aunque no se puede predecir
un temblor, subrayó Víctor Cruz, estos estudios permitirán entender mejor si
hay fenómenos precursores que indiquen lo que puede pasar. Pero en todo caso,
acotó Hjörleifsdóttir, quienes viven en la costa del Pacífico deben estar
preparados todo el tiempo.
Por último, Cruz Atienza
mencionó que las instituciones participantes por parte de México son, además
del IGf, los institutos de Ingeniería y Geografía; los centros de Ciencias de
la Atmósfera y de Geociencias, así como la Facultad de Ingeniería, todas de la
UNAM. Por Japón, las universidades de Tokio, Kobe, Tohoku. Tokushima, Kansai y
Utsunomiya, y la Japan Agency for Marine-Earth Science and Technology.
Antes, Hugo Delgado
Granados, director del IGf, resaltó la importancia de la labor de la entidad a
su cargo, en términos de investigación básica con repercusiones en ciencia
aplicada y protección civil.
(Información y fotografía DGCS-UNAM)
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