Un rompecabezas monumental
en el punto más alto de El Tajín, la "ciudad del trueno", donde se
construyeron los edificios significativos del periodo Epiclásico; ahí también
plasmaron, en murales, parte de su historia y hazañas militares. Uno de ellos,
hallado en el relleno constructivo del Edificio 40 en el verano de 2009, se
enfoca en la representación de un grupo de guerreros y tiene una
particularidad: está completo y hasta el momento han sido rescatados 15 mil de
sus fragmentos.
“En 2009 comenzamos con
menos de 100, antes de darnos cuenta del valor de lo que estaba enterrado.
Hemos trabajado largo tiempo en estos fragmentos, los hemos recuperado para
estudiarlos a fondo, con el propósito de reintegrar escenas completas”, explicó
Arturo Pascual Soto, del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la
UNAM.
Guerreros de El Tajín
Para relatar cómo ha sido
esta primera fase de investigaciones arqueológicas, el universitario escribió
el libro “Guerreros de El Tajín. Excavaciones de un edificio pintado”.
Allí, no sólo se refiere a
la importancia de los edificios de este conjunto arquitectónico o a lo
excepcional que fue encontrar un mural completo en pedazos, pone énfasis en la
tarea que significa enfrentar la excavación de los fragmentos, de recuperar
cada uno de ellos en el relleno del edificio, de conservarlos desde el momento
mismo de su aparición y estudiarlos de un modo novedoso.
La obra, editada por el IIE,
propone formas distintas de hacerse cargo del fechamiento de estos murales, en
específico a partir de los restos de carbón que se han conservado “atrapados“
en los aplanados de cal y que pueden ser objeto de técnicas de fechamiento
absoluto.
Éste es el primero de una
serie de libros dedicados a este conjunto arquitectónico de El Tajín. Es un
adelanto de los hallazgos que aún nos aguardan en medio de la selva, en la
antigua ciudad del trueno.
El experto, quien encabeza
los trabajos en esta zona arqueológica de Veracruz, aclaró que en la época
prehispánica no era extraño que se colocara pedacería de antiguos murales en el
relleno constructivo de los edificios, usados a modo de simple basura.
“Por separado, los
fragmentos de murales son sólo pedacería; pero en el momento en el que son
reintegrados en escenas concretas revelan su complejidad simbólica para
convertirse en fuente de información de primer nivel”, dijo.
“Lo que no es común y que
tuvimos claro en la temporada de campo que siguió a su descubrimiento, es que
todo el mural, despedazado si se quiere, fue enterrado deliberadamente. Es
decir, luego de desprenderlo por partes en el pasado se convino enterrarlo
completo en el mismo lugar al que pertenecía, y eso es algo que definitivamente
no ocurre con frecuencia en El Tajín”, acotó.
El mural, que adornó un
grupo de aposentos del Edificio 40, no sólo es importante por los valores
plásticos inherentes a esta obra de arte, lo es también porque en El Tajín “no
hemos encontrado las tumbas de los gobernantes o de aquellos personajes que
pertenecían a la jerarquía social más alta, quizá porque los enterraban fuera
de la ciudad, y es por ello que no tenemos noticia de las prácticas funerarias
de la época”, detalló el también historiador del arte.
Si no existen tumbas que
permitan un acercamiento a las manifestaciones simbólicas de este antiguo
pueblo del oriente de Mesoamérica, los murales, más aún cuando pertenecen a un
contexto arqueológico privilegiado como el del Conjunto del Edificio de las
Columnas, sede del poder político de entonces, son el único camino cierto para
explorar la ideología de esta última etapa de florecimiento cultural.
Alejado del área abierta a
los turistas, el conjunto arquitectónico del Edificio de las Columnas, del cual
forma parte el Edificio 40, fue por excelencia la sede de gobierno de un
inmenso territorio que se extendía tanto en la costa del Golfo de México, como
en las montañas de Puebla y Veracruz. “Abarcaba los ríos Tecolutla y Cazones,
quizá también el río Tuxpan, hasta pocos kilómetros antes del puerto de
Veracruz”.
En cuanto a los fragmentos
del mural, el universitario recordó que al reacomodar las piezas del monumental
"rompecabezas" él y su equipo encontraron imágenes sorprendentes. Los
guerreros aparecen colocados en medio de representaciones de edificios, los
típicos basamentos piramidales de El Tajín dotados con cornisas voladas y
nichos.
En ocasiones alternan
figuras con el cuerpo pintado de color negro. También “hay una serie de
fragmentos de los que no hemos podido completar su reintegración, se trata de
personajes con la piel verde olivo, tal y como se representaba el color del
cuerpo y que podría tratarse de un grupo de prisioneros de guerra que marchan
desnudos conducidos por los guerreros de El Tajín”.
“Aunque con lo recuperado
hasta ahora es posible asomarse por vez primera a las escenas que componían el
mural, mientras no tengamos la totalidad no será posible reintegrarlo.
Tendremos que seguir excavando en el lugar para reponer todos los fragmentos en
su antiguo espacio pictórico“.
Al respecto, Arturo Pascual
refirió que en agosto pasado, cuando creían que estaban cerca de recuperar
todas las piezas, descubrieron una segunda galería, con nuevos vestigios del
mural. De este modo, las excavaciones deberán prologarse un par de años, pero
la reintegración de los murales, previo a un largo proceso de limpieza y
consolidación, con ayuda de restauradores del Instituto Nacional de
Antropología e Historia, requerirá más tiempo.
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