En 1564, Miguel López de
Legazpi y Fray Andrés de Urdaneta comandaron a un grupo de navegantes para
partir de Barra de Navidad, en la provincia de Xalisco, rumbo a Filipinas,
adonde llegaron un año más tarde. El viaje de regreso o “tornaviaje” se
complicó por las corrientes marítimas, los vientos y otras dificultades que
obligaron al agustino a navegar hacia una latitud más al norte. Ahí las
corrientes de Japón llamadas Kuro Shivo los condujeron a California, desde
donde emprendieron la ruta para arribar al puerto de Acapulco el 8 de octubre
de 1565.
El tornaviaje o viaje de
retorno y su importancia en las relaciones entre la Nueva España con ese
territorio del sureste asiático se abordan en el libro El itinerario cultural
del galeón de Manila. Arte y cultura México-Filipinas. 450 aniversario del
tornaviaje del Galeón de Manila al puerto de Acapulco, México, 1565-2015. Una
mirada desde Cuernavaca, compilación hecha por Juan Antonio Siller Camacho.
Editado por el Museo
Regional Cuauhnáhuac (Palacio de Cortés) del Instituto Nacional de Antropología
e Historia (INAH), el volumen fue presentado en la Dirección de Estudios
Históricos. Contiene 19 ensayos de 15 autores de diversas disciplinas, y aborda
el patrimonio cultural empleando una nueva categoría: itinerarios culturales,
que facilita la comprensión del territorio con sus intercambios y relaciones.
“Esta categoría permite
apreciar la globalización y su relación con la cultura universal. El
tornaviaje, celebrado en 2015, evoca 450
años del descubrimiento de una ruta tan importante que permitió la
globalización en el siglo XVI”, explicó Juan Antonio Siller.
El texto inicia con un
mensaje del embajador de Filipinas en México, Catalino Reinante Dilem Jr., para
proseguir con la participación del director del Museo Regional Cuauhnáhuac,
Juan Contreras de Oteyza, quien resalta la importancia de esa ruta y el valioso
acervo que conserva el recinto que encabeza.
El fotógrafo Adalberto Ríos
Szalay muestra en imágenes el intercambio cultural y la presencia filipina y
asiática en algunos de los objetos y tradiciones cotidianas. Roberto Junco, de
la Subdirección de Arqueología Subacuática del INAH, comparte los trabajos de
prospección y excavación arqueológica en las costas de la península de Baja
California, realizados a lo largo de más de diez años.
La importancia histórica de
las primeras exploraciones marítimas y de las costas del Mar del Sur, como era
conocido el océano Pacífico, a cargo de Hernán Cortés y sus subalternos, es
abordada por Juan Antonio Siller.
“Cortés sabía de la
trascendencia de la navegación a Filipinas: construyó más de 25 naves hechas en
las costas, que envió para encontrar el ‘tornaviaje’ o el viaje de retorno a
Filipinas. Por ello tomé como punto de partida el libro Hernán Cortés y la Mar
del Sur, de Miguel León Portilla”, comentó el arquitecto restaurador del Centro
INAH Morelos.
Marcelo Adano Bernasconi,
director del Museo Naval de Acapulco, narra el establecimiento de los primeros
astilleros para la construcción naval en México y Filipinas. La importancia de
las primeras construcciones militares en el puerto de Acapulco es documentada
por Manuel Ignacio Ruz Vargas, investigador y catedrático de la Universidad
Autónoma de Guerrero.
“El galeón fue el navío más
grande que se había construido, se fabricó en Cavite, Filipinas, donde había
mano de obra esclavizada; salía más barato hacerlo ahí que en los astilleros de
la Nueva España, donde sólo se reparaban las embarcaciones. Con relación a la
abundancia de maderas de esa región asiática, el libro aporta datos poco
conocidos, como el del astillero que se construyó en la entonces llamada Isla
de las Especias”.
El proceso de
cristianización en la Nueva España y Filipinas generó una identidad compartida,
la cual expone Cristina Barrón Soto, catedrática de la Universidad
Iberoamericana y coordinadora del Centro de Estudios y Cooperación
México-Filipinas. Valentín López González escribe sobre la importancia de San
Felipe de Jesús, primer santo mexicano, en la cristianización de esa nación
oriental.
Los préstamos gastronómicos
en ambas culturas y su fusión a través de las nuevas especias que arribaron o
salieron de uno y otro continente, son revisados por el chef Marco Julio
Celorio.
La vida de Cándido Díaz, de
madre filipina y padre español, quien llegó a Jojutla en el siglo XIX e instaló
una escuela para enseñar a leer y escribir, se consigna en el texto de
Guillermo Mañón, cronista de esa localidad.
“La labor de Cándido Díaz es
extraordinaria por el vínculo que generó entre las dos culturas. En Jojutla se
introdujo el primer arroz procedente de la costa, cultivado posiblemente por
filipinos”, comentó Siller Camacho.
Cuernavaca fue el sitio de
tránsito al puerto de Acapulco y el centro de decisiones relacionadas con las
exploraciones; en su convento de la Asunción se hospedó Miguel López de
Legazpi. El Jardín Borda fue un centro de aclimatación de las especies botánicas traídas por el galeón y los muros
de la catedral atestiguan el martirio de San Felipe de Jesús, cuando regresaba
de Manila a costas novohispanas.
El arte también tiene cabida
en este libro con la revisión de la pintura y la simultaneidad entre México y
Filipinas en la obra pictórica del filipino Manuel D. Baldemor.
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