Por: J. Adalberto Villasana
En la catástrofe más terrible de la que se tenga memoria en la ciudad de México, ese 19 de septiembre de 1985 descubrimos la maravilla de ser mexicano. Aún permanecen en el alma las cicatrices de las heridas, el dolor de perder seres amados, pero también, y sí lo hay, el saldo positivo que vendría, al sabernos capaces de resistir, sobrevivir, remontar el vuelo desde los umbrales, la ceniza, la podredumbre.
En la catástrofe más terrible de la que se tenga memoria en la ciudad de México, ese 19 de septiembre de 1985 descubrimos la maravilla de ser mexicano. Aún permanecen en el alma las cicatrices de las heridas, el dolor de perder seres amados, pero también, y sí lo hay, el saldo positivo que vendría, al sabernos capaces de resistir, sobrevivir, remontar el vuelo desde los umbrales, la ceniza, la podredumbre.
Y en
Tlatelolco se recuerda a las víctimas del edificio Nuevo León, donde se dieron
muestras de solidaridad y hermandad en el rescate de heridos y los cuerpos de
quienes murieron al colapsarse. Aún están presentes esas escenas dramáticas
como las de entonces, que pueden repetirse toda vez de que México se encuentra
en una región sísmica y sabemos que la ciudad es vulnerable.
Han
pasado 29 años desde que ocurrieron los terremotos más catastróficos que se
recuerden en la ciudad de México. Aún están frescas en la memoria las tristes
imágenes que fueron comunes durante los funestos días del 19 y 20 de septiembre
de 1985.
El
terremoto tuvo su epicentro en la brecha sísmica de Michoacán, especialistas
del Servicio Sismológico nacional apuntan que la ausencia de grandes sismos en
dicho segmento de una falla durante mucho tiempo, indica que debe existir una
acumulación importante de energía elástica que crece día a día y tendrá que
liberarse irremisiblemente, así pasó aquella triste mañana.
Nobleza de Plácido Domingo
Hubo
muchos héroes anónimos, vecinos que hombro con hombro, aún cuando la tierra se
movía, ya organizados para rescatar a los heridos del edificio Nuevo León. En
ese lugar se dio la presencia del tenor español Plácido Domingo.
El
tenor acudió al lugar donde fallecieron su tía, su tío, un sobrino y el joven hijo
de su sobrino, al caerse un bloque del edificio Nuevo León. Colaboró en las
labores de rescate, imágenes que quedaron grabadas en la memoria colectiva de
los tlatelolcas.
A lo largo de un año Placido Domingo ofreció conciertos
benéficos para las víctimas. Uno de los más importantes fue el 23 de agosto de
1986, «Plácido y sus Amigos» en el Amphitheater de Los Ángeles, participaron
Frank Sinatra, Julie Andrews, John Denver y el grupo Pandora de México. Y grabó
un álbum de uno de los eventos.
El
inolvidable Rockdrigo
Cumplimos
29 años sin Rockdrigo González el “Profeta del nopal”, quien vivió tan rápido
que una vez cantó: “No tengo tiempo de cambiar mi vida”. A las 7:19 horas de ese 19 de septiembre murió
el hombre y nació la leyenda.
“Los
rupestres” recordarán y rendirán homenaje a su máximo exponente: Rodrigo
Eduardo González Guzmán, quien vio la luz por primera vez el 25 de diciembre de
1950, en el puerto de Tampico, Tamaulipas, y con sus “urbanohistorias” retrato
como nadie la ciudad de México, y sucumbió bajo los escombros del edificio
Nuevo León.
Ese
trágico 19 de septiembre, cuando la gran México Tenochtitlán se cimbró como
nunca, los cantantes llamados rupestres perdieron a su principal exponente:
Rockdrigo González, y en la banda no faltó el que dijo “murió de un pasón de
cemento”.
El
humor negro del mexicano, el reírnos en el dolor no faltó, pero lo sucedido fue
bastante trágico. La leyenda cuenta que lo encontraron abrazado de su mujer en
el edificio donde vivía en Tlatelolco.
Con
su rock de madera y ron, “el profeta del nopal” es escuchado en un vagón del
metro, en una plaza, en “una cueva”, quién no ha disfrutado las rolas Estación
del Metro Balderas, Perro en el periférico, Rancho electrónico, Buscando
trabajo y otras.
“Los
rupestres por lo general son sencillos, no la hacen mucho de tos con tanto
chango y faramalla como acostumbran los no rupestres pero tienen tanto que
proponer con sus guitarras de palo y sus voces acabadas de salir del ron; son
poetas y locochones; rocanroleros y trovadores. Simples y elaborados; gustan de
la fantasía, le mientan la madre a lo cotidiano; tocan como carpinteros
venusinos y cantan como becerros en un examen final el conservatorio”, así
definió Rockdrigo su movimiento.
“Préstame tu máquina del tiempo, también por
ahí quiero viajar, conocer el cielo y el infierno, en tu compañía aeronaval”,
canta aún el profeta en las calle del Distrito Federal a 29 años de su
desaparición.
Topos
Héroes anónimos y colectivos. Sólo con sus
manos pero con un gran corazón rescatistas aparecieron en Tlatelolco y movieron
piedra por piedra para dar paso al milagro de encontrar vida bajo toneladas de
hierro y cemento.
Son
los Topos de Tlatelolco, que nacieron en medio de la tragedia, en el centro del
grito de dolor y llanto.
Ese
día inicio una nueva etapa, nació un México distinto, todos los tlatelolcas se
ayudaban, mientras cientos de hombres movían piedras, las mujeres les acercaron
comida, vendas, gazas, limpiaron las heridas.
Fue un terremoto de
8.1 grados en la escala Ritcher, que sorprendió a los capitalinos, tiró edificios
pero no el gran corazón de los mexicanos y en especial de los tlatelolcas que
resurgieron de los escombros para seguir escribiendo la gran historia que
empezó en la época prehispánica con el mercado en la Plaza de las Tres
Culturas.
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