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Falla
estructural
Los administradores del país
fallaron; al suponer, sin conceder, que eran viables las reformas, en los
hechos, para el pueblo representan una escalada de precios que se ubican muy por
encima del marginal aumento al salario de los trabajadores y ni hablar de los
campesinos independientes y mucho menos del empresario que arriesga su capital.
Como dirían las abuelas:
“hechos son amores y no buenas razones”, porque al final del día sólo queda la
frialdad de los números y vemos que las autoridades federales y locales,
también erraron en lo económico.
Porque pueden traer al doctor
Cartens a que le explique al ama de casa las ventajas de las llamadas “reformas
estructurales”, pero ella sólo sabe que en noviembre del 2012 un tanque de gas
LP de 20 kilos le costaba 238.60 pesos, y ayer pago 398 pesos, es decir un
incremento del 66.77 por ciento; esa es la realidad de la gente de a pie.
Y el automovilista sólo sabe
que en julio del 2012 un litro de gasolina regular tenía un precio de 10.36
pesos y ahora es de 16.64 pesos; mientras que la de alto octanaje era de 10.95
hace seis años y ahora de 18.49 pesos; otro caso es el del diésel que en la
fecha de referencia era de 10.45 y ahora de 17.25 pesos.
Claro, nos hablarán del libre
mercado de las finanzas sanas, del “control de la inflación”, del retiro de
subsidios ¿Y? ¿eso le interesa a la gente?
En enero del 2013 la paridad
del dólar contra el peso era de 1 por 12.72, este año superó los 20 pesos por
unidad nacional.
El incremento a los
energéticos repercute de manera directa en el precio de la canasta básica, en
unos casos porque se utilizan para su producción y en otra porque se requieren
para su traslado.
Hay que citar el Reporte de
Investigación 126 del Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la
Facultad de Economía de la UNAM, el cual deja constancia de que, para el 16 de
octubre de 2016, la Canasta Alimenticia Recomendable (CAR) tuvo un precio de
218.06 pesos por día, mientras que el salario mínimo diario sólo fue de $73.04
pesos.
Lo anterior, indicaba, en ese
momento que, con un salario mínimo sólo se compraba el 33.5% de la CAR, por lo
que se requerían hasta tres salarios mínimos para abastecer las necesidades
básicas de una familia.
A nivel local, las cosas no
fueron tan diferentes en la Ciudad de México, donde el pasaje del Metro pasó de
3 a 5 pesos, un incremento del 66 por ciento en los últimos tres años, y el
servicio jamás mejoró, a pesar de la promesa.
Textualmente
hay que decirlo: En materia económica hay promesas incumplidas.
Lo que dejan en la mesa no satisface las necesidades elementales de la familia mexicana, porque en los hechos, "los beneficios" de las llamadas reformas estructurales, no les llegan a los bolsillos. Qué nadie se diga sorprendido luego.
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