En promedio, los mexicanos
leen 2.8 libros al año; para promover esta actividad es preciso inculcarla
desde edades tempranas, despertar el interés desde la escuela y ampliar el
número de bibliotecas públicas, indicó Margarita Bosque Lastra, especialista
del Instituto de Investigaciones Bibliográficas (IIB) de la UNAM.
Señaló que las campañas de
promoción de la lectura deben ir acompañadas de acceso a los libros, porque la
gente no tiene dinero para adquirirlo, y apoyos visuales, porque hay un sector
de la población que no ve y necesita lentes.
Este 23 de abril se
conmemora el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, pero según la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(UNESCO), este país ocupa el penúltimo lugar, de un listado de 108, en los
índices de lectura a nivel mundial.
Frente a este panorama se
requiere una estrategia integral para fomentar el hábito en casa desde edades
tempranas, motivar a niños y jóvenes en las escuelas y ampliar el número de
bibliotecas públicas. Leer ayuda a recomponer nuestro tejido social, aseguró
Margarita Bosque Lastra.
Aquí sólo hay una biblioteca
por cada 15 mil habitantes. El interés es que éstas sean centros de reunión,
espacios culturales y lugares de intercambio de expresiones escritas para
promover la lectura.
Además, sería recomendable
establecer dichos acervos literarios en las delegaciones o municipios y, a la
par, reforzar los ya instalados en las aulas, recomendó en ocasión del Día
Mundial del Libro y del Derecho de Autor, fecha que conmemora la UNESCO cada 23
de abril.
Si bien la Secretaría de
Educación Pública (SEP) —a través de la Dirección General de Bibliotecas— ha
instrumentado programas para su promoción, se requiere un proyecto nacional
sólido para capacitar a los maestros y establecer herramientas que despierten
en los alumnos el interés y la afición por leer, aseveró.
Las campañas para promover
este hábito se han orientado a fomentar sus múltiples beneficios, como mejorar
las relaciones sociales, reducir el nivel de estrés, incrementar el vocabulario
y despertar la imaginación al introducir al lector en otras épocas o mundos
fantásticos. Sin embargo, el poder adquisitivo de la mayoría de los mexicanos
reduce sus posibilidades de acceso a los textos, sostuvo.
Además, 43 por ciento de la
población requiere servicio optométrico, según la Asociación Mexicana de
Facultades, Escuelas, Colegios y Consejos de Optometría (AMFECCO). La vista de
más de seis millones de niños entre los cero y 14 años necesita atención
médica, refiere el estudio.
Pocas personas cuentan con
alguna herramienta de apoyo visual. La gente que no ve bien se cansa al leer y
esto genera un fracaso al querer inculcar el gusto por los libros, comentó la
académica.
Bosque Lastra añadió que los
problemas de desnutrición en los infantes también son un factor a considerar.
Los desayunos escolares la han reducido, pero falta un gran esfuerzo social
para lograr un equilibrio en este aspecto, estableció.
Las cifras de lectura en el
país son reflejo de la frase “el mundo está lleno de libros preciosos que nadie
lee”, del filósofo italiano Umberto Eco.
Según la Encuesta Nacional
de Lectura 2012, 35 de cada 100 mexicanos no han acabado un libro en su vida y
12 de cada centenar dedican su tiempo libre a leer. En contraste, 42 por ciento
prefiere la televisión.
En el estudio, publicado por
la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), se señala que
tres de cada 10 jóvenes de entre 12 y 17 años respondieron que no les gusta
leer, 61 por ciento de los encuestados comentó que no lo hace por falta de
tiempo y 48 de cada 100 no había asistido a una biblioteca.
Las bibliotecas públicas son
un instrumento relevante para erradicar los bajos índices registrados en la
nación. Son una “segunda universidad” y se les deben proporcionar los recursos
necesarios para cumplir sus tareas con excelencia, recalcó.
A futuro, el desafío
consiste en descubrir en el texto un núcleo de estabilidad que sobreviva a los
cambios formales. Hoy es posible leer las obras de Shakespeare o Molière en un
Kindle o iPad, pero el placer de tener un impreso en las manos y leerlo en
cualquier lugar no desaparecerá. Las herramientas y dispositivos actuales no
son una amenaza, sino un complemento, concluyó.
(Información y foto
DGCS-UNAM)
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