Atrofia muscular, deterioro
del esqueleto y enfermedades derivadas de la exposición a radiaciones por
partículas solares, cósmicas y del campo magnético terrestre, son efectos
negativos en el organismo de los astronautas, que aún impiden que los viajes
espaciales sean rutinarios.
De visita en la UNAM, José
Hernández Moreno, ingeniero astronauta estadounidense de origen mexicano, y
quien participó en 2009 en la misión STS 128, de la NASA, dijo que se requiere
de una fuerte inversión en estudios para estar en posibilidad de mitigar dichos
efectos.
No obstante, consideró, el
pronóstico para los viajes espaciales es bueno, “porque hay muchas empresas y
gobiernos involucrados, pero es necesario seguir trabajando en sistemas de
propulsión a fin de minimizar el tiempo para llegar a Marte, por ejemplo. En
ese sentido, deben mejorarse los vehículos espaciales”.
En su intervención en el IV
Congreso Mexicano de Medicina y Salud Espacial, comentó que una vez en el
espacio los astronautas tienden a dormir entre dos y seis horas en promedio
cada noche, menos tiempo del recomendado. “Sin embargo, seis horas son
suficientes para recuperarnos y el organismo se ajusta, además en cero gravedad
los músculos no trabajan igual que en la Tierra”.
Fue, en la mesa “Condiciones
neuropsicosociales”, moderada por Juan José Sánchez Sosa, de la Facultad de
Psicología, Hernández Moreno remarcó que “la falta de gravedad en el espacio es
el mejor colchón del mundo, no hay ningún punto de presión para el cuerpo, es
como si durmiéramos en una nube”.
Y en contraposición, Ulises
Jiménez Correa, director de la Clínica de Trastornos del Sueño de la UNAM,
indicó que los humanos “estamos diseñados para dormir al menos siete u ocho
horas diarias, es una necesidad vital. Sin embargo, los astronautas tienen una
privación importante que podría conducir al síndrome de sueño insuficiente”.
También se refirió al insomnio
espacial, es decir, el incremento en el tiempo que tardan los astronautas para
empezar a dormir. “Aunque se han reportado algunos casos que indican que no
duermen tan mal, en general son inconsistentes los resultados”.
Otro indicador de una mala
calidad del sueño en el espacio es el consumo de medicamentos para dormir: 50
por ciento de las personas que han participado en misiones espaciales señalan
que al menos en una ocasión recurrieron a fármacos para conciliar el sueño.
Algunos factores relacionados
con la mala calidad del sueño en el espacio son la temperatura inadecuada,
exceso de ruido, problemas con las bolsas para dormir, horarios de las
caminatas espaciales y de los acoplamientos, entre otros.
Por ello, mencionó el experto,
se busca controlar en las naves la temperatura, aire, ruido y bióxido de
carbono; contar con cuartos individuales para mejorar la experiencia de dormir
en las bolsas; cinturones para evitar la flotación; y roles de trabajo para
respetar el tiempo de descanso.
Acentuó que las siestas son el
mejor paliativo, tanto en Tierra como en el espacio: se trata de una estrategia
que ayuda a mitigar la necesidad de dormir en horarios inadecuados. En el
espacio podría ser además de algo reparador, el mejor ansiolítico, sin efectos
secundarios.
“Incluso, desde el punto de
vista psicológico se ha planteado el uso de tratamientos cognitivo-conductuales
para tratar el insomnio de los astronautas; es decir, brindarles apoyo vía
remota cuando empiezan a presentar síntomas de trastorno de sueño”, concluyó.
(Información y foto DGCS-UNAM)
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