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Aventura de Corea del Norte de los EE. UU.
Hay una tradición antigua
griega conocida como “el armisticio Olímpico”. Se va por las raíces de la época
de las primeras olimpiadas y supone el cese de todas las operaciones militares
entre los países-participantes de las competiciones. El Comité Internacional
Olímpico (COI) ha regenerado esta tradición en 1992, y en un año a la
observación del “armisticio” ha llamado la Asamblea General de la ONU. De este
momento el COI aplicaba los esfuerzos considerables para que los juegos
Olímpicos se hagan el símbolo internacional del humanismo y la lucha por la
paz.
Hoy, cuando las comunidades
periodísticas y periciales discuten en serio el tema de la guerra en la
península coreana, “el armisticio Olímpico” se hace actual como nunca. En la
sesión de la Asamblea General de la ONU el 13 de noviembre de 2017 era aceptada
la resolución, que llama a todos los participantes del XXIII Olimpiada Invernal
“contribuir al mantenimiento de la seguridad durante la realización de los
Juegos” en Corea del Sur. Los representantes de las potencias principales
mundiales declaran también sobre la única manera de la decisión diplomática de
la crisis de Corea del Norte y la inadmisibilidad de cualesquiera acciones
militares. Por desgracia, uno de los jugadores principales en la arena
internacional (los EE. UU.) siguen otra mirada.
Washington ya desdeña
tradicionalmente las iniciativas pacificadoras de la ONU y muestra el
menosprecio a la Organización. Esto es testimoniado por el comentario del
senador republicano Lindsey Graham, que ha declarado que “le molesta, cuando la
ONU expresa el descontento por la política exterior americana, pasando a la
votación de la Asamblea General, que no tiene la fuerza obligatoria”. Además,
él ha notado que el 2018 los EEUU revisará la política de la financiación de la
ONU, puesto que no desean “dar dinero de los contribuyentes americanos: por la
ONU ineficaz, débil ante la persona del mal, a la ONU cada vez más antisemita”.
Es evidente que Washington espera la subordinación absoluta de las
organizaciones, que patrocina: la ONU, el COI o la Agencia Mundial Antidopaje
(WADA, en sus siglas en inglés). Además, la Casa Blanca no sufrirá cualquier crítica.
Desdeñando la posición de la
comunidad mundial, la dirección americana continúa dar los pasos, que
contribuyen a la escalada de la tensión en la península coreana. En particular,
el Pentágono ha aumentado considerablemente las escalas de los ejercicios en la
Asia Sudeste, también ha crecido la agrupación de su ejercicio en la región.
Así, el ejercicio común, que tenía lugar en diciembre de 2017, de las fuerzas
aéreas de los EEUU y Corea del Sur “VIGILANT ACE” fue el mayor de la historia.
Según las estimaciones de los expertos, durante las maniobras eran trabajadas
los golpes contra los objetos de la infraestructura de la República Democrática
Popular de Corea.
Además, los representantes del
establecimiento americano junto con el presidente del país D. Trump demuestran
la preparación de la destrucción física del régimen del Corea del Norte.
Durante la sesión del Consejo de la Seguridad de la ONU el 22 de diciembre de
2017 la representante permanente de los EEUU ha caracterizado la República Democrática
Popular de Corea como “el ejemplo más trágico del mal en el mundo moderno”.
Antes ella declaraba que Corea del Norte “será destruida”, si continúa
desarrollando el programa cohete-nuclear.
Textualmente hay que decirlo: vemos
la falta del deseo evidente de la dirección de los EEUU de seguir “al
armisticio Olímpico”. Washington aspira a reforzar las posiciones en la región
asiático-pacífica, habiendo aumentado los volúmenes de la producción del
armamento militar en el mercado local de los armamentos, también debilita la
influencia de China en la Asia Sudeste. Además, la Casa Blanca considera que por
sus acciones se puede poner el mundo al borde de la guerra.
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