En México 3.6 millones de
niños trabajadores viven entre la pobreza y las calles. Del total seis de cada
10 buscan formas de subsistencia informal, pero honesta; incluso, algunos
llegan a matricularse y egresar de instituciones de educación superior, expuso
Víctor Inzúa Canales, académico de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la
UNAM.
Pero indicó que con certeza,
no se sabe cuántos niños están en situación de vulnerabilidad por trabajo en el
mundo; algunos organismos internacionales como el Fondo de las Naciones Unidas
para Infancia (Unicef) o la Organización Internacional del Trabajo (OIT)
consideran que esta población es de entre 167 y 250 millones.
Según cifras de la Unicef y
de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, en México hay 3.6 millones de
menores trabajadores (entre cinco y 17 años de edad), que es la mitad de la
cifra reportada para la región de América Latina y el Caribe.
Víctor Inzúa Canales,
académico de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM, resaltó
que los infantes son seres humanos que aún no deben cumplir con un trabajo,
pues “no han gozado de su niñez. Además de ser pequeños física y mentalmente,
emocionalmente tienen otras características, pero ante las circunstancias del
país las familias en pobreza extrema recurren a ellos para que contribuyan”.
En el marco del Día Mundial
contra el Trabajo Infantil, que se conmemora este 12 junio, el universitario
expuso que estos niños están inmersos en una realidad paradójica: por un lado,
la calle, la pobreza y la marginación se han convertido en una forma cotidiana
de vivir y, por otro, ese espacio es donde buscan la libertad, a veces a costa
de su integridad.
La situación en la calle
incrementa su vulnerabilidad por los riesgos que implica: violencia,
adicciones, delincuencia y marginación social. Sin embargo, la marginación es
una construcción del imaginario social, pues según estudios y muestras del
universitario, sólo cuatro de cada 10 cae en problemas de adicciones y
delincuencia, y su esperanza de vida es de 22 a 25 años por el daño físico y a
la salud que se infringen.
El resto continúa en la
búsqueda de formas de subsistencia informal, pero honesta; incluso, algunos
llegan a matricularse y egresar de instituciones de educación superior.
En la Ciudad de México son
enseñados a realizar ciertas labores de carácter estacional como el
ambulantaje, el trabajo en pequeños talleres y de tipo doméstico a domicilio;
esto da lugar a la explotación, que implica actividades rudas que por su
naturaleza resultan peligrosas y generan daños físicos y psicológicos que
impiden su desarrollo y los marcarán el resto de su vida, entre ellas la
prostitución, afirmó Inzúa Canales.
No obstante, prosiguió, los
niños trabajadores en condición de calle generan redes de apoyo que les permite
generarse contextos favorables; además, construyen pequeñas comunidades en
diversos puntos de la urbe, principalmente en jardines o bajo puentes. En
tanto, aquellos que no han roto relaciones con sus familias reúnen dinero para
apoyarlas, pero continúan viviendo en la calle.
Desafortunadamente, dijo, la
falta de políticas públicas de atención a la infancia y la adolescencia, así
como la omisión de tratados internacionales ratificados por México, como la
Convención de los Derechos de la Infancia, incrementan su vulnerabilidad;
ejemplo de ello son las llamadas “limpiezas sociales”, que son el retiro de
estos grupos de los sitios en donde se establecen.
Inzúa Canales compartió que
en uno de sus estudios encontró que algunos pequeños trabajadores viven una
discriminación de género peculiar: una familia que tiene un local en un mercado
público no permite que el niño acuda a la escuela; la niña sí puede ir, pero en
este proceso tiene una doble o triple jornada, pues para estudiar debe realizar
labores domésticas, cuidar de los hermanos menores y ayudar en el negocio.
Ante esta situación, el
universitario hizo un llamado a erradicar el trabajo infantil en todas sus
modalidades, generar políticas públicas de atención que sean aplicables, velar
por la protección de los pequeños y garantizar el ejercicio pleno de sus
derechos humanos, al igual que las obligaciones propias de su edad.
“De lo contrario continuará
este fenómeno de niños trabajadores que, con el tiempo, encontrarán en las
calles medios de subsistencia y el espacio donde buscar su libertad, a veces a
cambio de su dignidad”, concluyó.
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