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Educación
¿por decreto?
La letra con sangre entra,
decían los viejos cánones. Un estudiante recuerda a su maestro no al método de
enseñanza con el que se formó. Había un objetivo para aprender a leer y
escribir; existía la capilaridad social con base en lo aprendido, alguien se titulaba
y pasaba a un nivel adquisitivo más alto. En la actualidad hay comerciantes en
vía pública que tienen más ingresos económicos que un doctor en filosofía.
El punto es que necesitamos a
todos. Si bien nadie es indispensable, en un país en desarrollo todos contamos.
Pero la gente no aprende por una beca o por un sistema. La enseñanza es un
consenso, en el que el profesor desea enseñar y el alumno aprender.
Reformas educativas van y
vienen, las últimas desde 1992, la cual operó “la maestra” Elba Esther Gordillo
Morales, cuando el SNTE era cosa seria.
Hoy la realidad es distinta,
las sociedades cambian, pero no el deseo de aprender ni el de enseñar, el
maestro se mantiene como pieza fundamental del Sistema Educativo Nacional
(SEN). Un profesor bien preparado y con un salario justo es lo que necesita la
nación.
El Instituto Nacional para la
Evaluación de la Educación (INEE) en su “Informe 2019. La educación obligatoria
en México”, da una muestra de lo que somos en un momento determinado. Ahora,
debemos decidir a dónde y cómo queremos ir.
Hay 4.8 millones de niñas,
niños y adolescentes, de entre 3 y 17 años que, no asisten a la enseñanza
básica.
De acuerdo con los datos
PLANEA 2018 en Lenguaje y comunicación, 49% de los estudiantes de sexto de
primaria que egresan alcanzan el nivel I de desempeño (insuficiente); 33% el II
(básico); 15%, el III (satisfactorio), y 3% el IV (sobresaliente).
En Matemáticas de sexto grado
de primaria, 59% de los alumnos se encuentra ubicado en el nivel I; 18%, en el
II; 15%, en el III; y 8% se ubica en el IV.
Todo eso lo sabemos desde hace
casi dos décadas. En la tan aprobada y desaprobada reforma educativa: quién se
sentó en tiempo real con el maestro frente a grupo, con el alumno real.
Textualmente
hay que decirlo: Ninguna reforma educativa funcionará sin
conocerse la realidad material e histórica de cada región de México. La equidad
es necesaria para un arranque parejo, en un proceso en el que todos cuenta.
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