Una de las mentes científicas más luminosas del siglo XX deja a la humanidad un legado que viaja generoso de la exploración teórica de los hoyos negros y la singularidad del espacio-tiempo, a cuestiones más mundanas, como la divulgación de la ciencia y la demostración de que la búsqueda del conocimiento rompe cualquier barrera cuando su motor de vida es la inteligencia.
“Stephen Hawking es la prueba de que la
conciencia trasciende a la realidad, que la mente está sobre la materia. Su
determinación, tenacidad y persistencia, pero sobre todo su amor a la vida,
hicieron que su brillante mente no tuviera límites”, resumió Vladimir Ávila
Reese, investigador del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM.
Físico teórico, astrofísico,
cosmólogo y divulgador científico británico, Stephen Hawking (1942-2018) nació
en Oxford y desarrolló su carrera académica en la Universidad de Cambridge.
Desde allí despegó como un eminente profesor de física para convertirse en una
celebridad universal.
Desde los 22 años padeció
esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad que fue limitando cada vez más
sus movimientos, pero que nunca redujo su trabajo científico, pese a que el
diagnóstico predijo que viviría sólo hasta los 24 años.
A los 32, fue una de las
personas más jóvenes en ser aceptadas como miembro de la Royal Society, la
asociación científica más antigua del planeta, fundada en 1660.
Agujeros negros
Como un “gran generador de
ideas” calificó a Hawking el astrofísico José Franco, también investigador del
Instituto de Astronomía y coordinador del Foro Consultivo Científico y
Tecnológico (FCCyT). Recordó que, desde fines de la década de los 60, Hawking desarrolló
trabajos que ayudaron a entender cómo funcionaba la física de los agujeros
negros.
“En aquella época los agujeros negros eran una
curiosidad. La comunidad científica no creía en ellos y, de hecho, la evidencia
de que existían en los centros de las galaxias se comenzó a dilucidar hasta la
década de los años 90. El trabajo de Hawking fue pionero en esta área y
contribuyó a construir el mejor cuerpo de ideas sobre las características de
los agujeros negros y del inicio de nuestro Universo”, relató.
Radiación de Hawking
Una de las principales
contribuciones del físico británico es el hallazgo de la llamada “radiación de
Hawking”. Él consideró que la mecánica cuántica debería ser considerada al
estudiar los agujeros negros, algo que había sido dejado de lado durante los
primeros años de la Relatividad General de Einstein, una teoría clásica y
divorciada de la mecánica cuántica, el otro gran hallazgo del siglo XX.
“A él se le ocurrió que no
debería ser así porque en la frontera de los agujeros negros, en el horizonte
de eventos –ese sitio donde nada escapa de la atracción del agujero negro, ni
siquiera la luz– puede haber partículas de materia y antimateria que escapan
unas hacia adentro y otras hacia afuera del agujero. Las partículas que pueden
escapar libremente son la radiación de Hawking”, explicó Saúl Noé Ramos
Sánchez, investigador del Instituto de Física (IF) de esta casa de estudios.
Vladimir Ávila señaló que el
británico encontró que la atmósfera de los hoyos negros puede evaporarse
generando radiación gamma, bautizada luego como radiación Hawking. Mostró que
los hipotéticos hoyos negros primigenios se desintegrarían por completo en
radiación gamma.
Hawking se dio cuenta de que
en el centro de los agujeros negros debía existir algo que matemáticamente se
conoce como singularidad, es decir, una cantidad enorme de materia y energía
concentrada en un solo punto. “Es inevitable que en toda cosmología existan
estas singularidades. Deben existir particularmente en el pasado muy remoto,
cuando el Universo estaba concentrado en una singularidad”, opinó Ramos.
Otra aportación que destacó
Ramos fue la idea de Hawking de que la física no se puede seccionar (en
clásica, cuántica o termodinámica). “Pensaba que la física es una misma, y así
había que pensarla”.
Se fue sin el Premio Nobel
El célebre físico no recibió
el Premio Nobel de Física porque no se ha podido medir la radiación de Hawking.
“No tenemos un hoyo negro aquí en un laboratorio, ni podemos ir a uno real”,
acotó.
A Hawking y otros colegas se
les ocurrió una idea para medir desde la Tierra la radiación que lleva su
nombre. A través del Gran Colisionador de Hadrones se pueden medir partículas
elementales y crear mini agujeros negros.
“Cuando surja en ese
colisionador una enorme cantidad de radiación con muchas partículas
esféricamente simétricas yendo para todas partes con la misma densidad,
entonces habrán encontrado la radiación de Hawking”, expuso Ramos.
Con un talento extraordinario
para la divulgación de la ciencia, Hawking pensó en una cosmología para todos,
para que el público no especializado tuviera una noción de la historia del
Universo.
Con ideas muy claras y gran
capacidad de síntesis, en 1988 escribió el libro de divulgación científica
Breve historia del tiempo, del Big Bang a los agujeros negros. Desde que fue
publicado, su texto más conocido se mantuvo cuatro años y medio entre los 50 más vendidos del Reino Unido, de
acuerdo con las listas del periódico londinense The Sunday Times.
En 2005, con Leonard Mlodinow,
publicó Brevísima historia del tiempo, en donde trató de explicar de la forma
más sencilla posible la historia del Universo. “Conciencia y ciencia unidas en
él lo llevaron a formularse cuestiones fundamentales de nuestro entendimiento
de los hoyos negros, del origen del espacio-tiempo, de la evolución del
Universo y otras. A pesar de la gran limitación corporal que sufría, pudo hacer
ciencia y divulgarla, para ser un pensador icónico de nuestros tiempos”,
concluyó Ávila.
(Información e imagen DGCS-UNAM)
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