Veneran este 2 de agosto a la patrona de la Colonia
Guerrero y, recuerdan que vino con el agua. Se cuenta que, en 1580, una inundación provocó que
un lienzo con la imagen de la Virgen de la Asunción llegara a las manos de
Yesazo, un cacique del barrio indígena de Izayoque. Maltrecha como estaba, se
mandó reproducir en una pared de adobe sobre una capa de yeso, acompañándola de
una hueste celestial. Así comenzó a ser conocida como Nuestra Señora de Los
Ángeles.
Para la gente del barrio, la
milagrosa imagen siempre ha sido motivo de esperanza y veneración. La humilde
capilla que le construyeron, con años devino en una iglesia que competía entre
las más suntuosas de la ciudad. Tras varias modificaciones, a finales del siglo
XIX el santuario alcanzó sus dimensiones y características actuales. La “cereza
del pastel” fue la cúpula-corona diseñada por el arquitecto Emilio Dondé y
Preciat, alegoría de la coronación de la Virgen.
El 19 de septiembre de 2017,
un sismo resquebrajó una sección de la cúpula, haciéndola parecer un domo
abierto al cielo. Debido a la cercanía del epicentro con la Ciudad de México,
el movimiento telúrico afectó torres y cúpulas de varios recintos religiosos.
Nuestra Señora de Los Ángeles es uno de los casos más emblemáticos y complejos
de ese trágico inventario.
Hoy, a petición de los
feligreses de contar con la imagen de Virgen para la realización de la misa con
motivo de su fiesta patronal, la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional
de Antropología e Historia (INAH) instalarán un circuito cerrado de video por
medio del cual podrán apreciarla, debido a que por cuestiones de seguridad no
se puede acceder al templo.
En tanto, el proyecto de
restauración de esta parroquia, informó Antonio Mondragón Lugo, director de
Apoyo Técnico de la CNMH, resultará ejemplar pues se sustenta en una
metodología adecuada y bien pensada; “desde un primer momento, esa ha sido la
apuesta, aunque sabemos que el proceso puede parecer lento”.
Explicó que los problemas
ocasionados por el temblor tienen relación directa con su diseño estructural.
El diámetro de su cúpula es de aproximadamente 14 metros, cuando las de
inmuebles similares miden entre 7 y 9 metros.
Otro elemento que resultó poco
adecuado para la cúpula fue su remate. El peso de esta linternilla, que se
calcula en 20 toneladas, en combinación con la vibración sísmica, ocasionó una
perforación en el casquete y fracturas que provocaron el desprendimiento de
bloques de mampostería de hasta 3 metros de longitud.
Lugo indicó que, además, el
temblor del 19 de septiembre de 1985 ya había dejado frágiles varios elementos
arquitectónicos y que nunca se realizó una intervención a fondo ni se
incorporaron estructuras de refuerzo.
Inmediatamente después del
sismo de septiembre de 2017, la Dirección General de Sitios y Monumentos del
Patrimonio Cultural de la Secretaría de Cultura federal, asumió la encomienda
de evaluar la magnitud de los daños y solicitó a Sackbé, empresa especializada
en la restauración de inmuebles patrimoniales, el análisis para definir el
proyecto de intervención. Posteriormente, la Coordinación Nacional de
Monumentos Históricos (CNMH) del INAH, retomó la estafeta para trabajar en la
recuperación de este entrañable templo.
En una primera línea de
trabajo, los especialistas propusieron el retiro de la sección de la cúpula que
no colapsó, debido al riesgo que podía implicar, pues su único apoyo son los
muros verticales que también sufrieron daños. No obstante, siguiendo las normas
internacionales de restauración, que recomiendan conservar, en la medida de lo
posible y según su importancia histórica, los restos materiales, se buscaron
opciones para mantener lo que quedaba de la cúpula.
Con base en la información
obtenida mediante escaneos láser, expertos internacionales como Santiago Huerta
Fernández, arquitecto de la Universidad Politécnica de Madrid, y el ingeniero
Giovanni Cangi, profesor de la Universidad Roma Tre, coincidieron en que la
sección que permaneció “está en buenas condiciones y sólo es necesario
estabilizarla”.
Sobre esta propuesta se
trabaja actualmente y se diseñan los procedimientos para su ejecución. Sin
embargo, esto requerirá una serie de estructuras, al interior y exterior de la
iglesia, hechas a la medida para alcanzar el casquete. Una vez colocadas podrán
iniciarse los trabajos de consolidación y la restitución de la parte colapsada.
Antonio Mondragón abundó en
que los faltantes de la cúpula “se repondrán con tres tipos de piedra de
canteras del Valle de México: una densa en la parte baja; otra ligera en el
medio y en la parte superior llevará tezontle, el cual, es más liviano pero
resistente. En resumen, vamos a tener una nueva cúpula similar a la original,
pero con menor peso”.
También se evalúa incorporar
refuerzos que den estabilidad al edificio. Para ello se requiere analizar el
estado del subsuelo y la cimentación, puesto que la iglesia se levantó sobre un
terreno fangoso.
El proceso de restauración de
inmuebles históricos requiere paciencia, dedicación y un análisis minucioso.
Por ello, Mondragón asegura que “una vez que se cuente con los recursos del
Fondo de Desastres Naturales (Fonden), es factible que inicie este año la
primera fase de la obra. El recorrido es largo pero los frutos valdrán la
pena”, concluyó.
(Información y fotografía
INAH)
No hay comentarios:
Publicar un comentario